En contra de lo que se pueda pensar, las elecciones no acabaron el domingo con el recuento de las papeletas al Parlamento Europeo. Acaban de empezar. Falta un año para la cita importante, la que debe dilucidar el futuro de la Generalitat y el de miles de ayuntamientos. Lo del domingo solo fue la primera -y última-- encuesta real antes de los comicios del 2015. Una encuesta que ha dibujado un mapa político que aleja al PP del poder y ha obligado a Alberto Fabra a tomar decisiones en el Consell y en el partido.

Los populares valencianos se han dejado la friolera de 484.962 votos respecto a las europeas del 2009, y eso no ha hecho más que acrecentar las dudas sobre el liderazgo de un Fabra que no ha dado con la tecla para ilusionar a unas bases desmotivadas, instaladas en la abstención; y un partido y un Consell superados por los acontecimientos, y con buena parte de sus miembros de perfil y pensando más en lo individual que en lo colectivo.

Fabra, hipotecado por la gestión que le legó Camps, ha gobernado de sobresalto en sobresalto, esquivando las zancadillas de propios y ajenos y con el desgaste interno que le ha supuesto imponer su línea roja para apartar a los cargos imputados.

Con esta tesitura, el president fía su éxito electoral del 2015 al repunte de la economía, que si bien es cierto que se percibe en las grandes cifras, no se nota en la calle ni en las familias y, lo que es peor, será muy difícil que se note en lo que queda de legislatura. Por eso, con la caja vacía que le dejó Camps, sin capacidad de inversión y sin nada que vender, solo queda la acción política.

El todopoderoso transatlántico del PPCV está tocado, pero todavía no está hundido. Sigue siendo el partido más votado, pero necesita ese plus del que ahora carece para gobernar. Y consciente de ello, en una semana clave que arrancó tras el 25-M y que culminará en los próximos días, ha dado un golpe de timón para dotar al Consell y al partido de los elementos para revertir los malos resultados y recuperar de la abstención su electorado. Ha movido ficha cambiando al portavoz del Consell -Catalá por Císcar- para dar impulso a la acción de gobierno. Comunicar más y mejor. En definitiva, hacer más política.

Fabra ya trazó el camino el jueves de cuál va a ser la inminente hoja de ruta cuando corresponsabilizó de esos resultados al Ejecutivo de Rajoy por la falta de sensibilidad de Madrid con la Comunitat, en clara referencia a la desatención que sufre en materia de financiación. Esa es la vía, porque sin la ayuda de Madrid poco o nada se podrá hacer. Y ahí es donde Fabra quiere incidir, porque Rajoy no puede, ni de lejos, reeditar su mayoría absoluta sin los votos de la Comunitat.

Ahora vienen los cambios en el partido, donde el president se apoyará en los tres presidentes provinciales y en Rita Barberá, buscando la complicidad y el pacto entre los barones. Nada ha trascendido de lo que quiere hacer, pero sí que es un hecho que el secretario general, Serafín Castellano, no ha sabido dinamizar un PPCV en horas bajas y al que le falta músculo y motivación. Si hay un nombre propio que suena para sucederle es el de la consellera Isabel Bonig. H