El cineasta norteamericano Woody Allen interviene solamente un día a la semana en el Michael´s Bar de Nueva York en los conciertos de cada lunes de la New Orleans and Ratgime Orchestra, los más antiguos intérpretes del viejo jazz. Y lo hace con su clarinete Rampone de 12 llaves. Yo no llego a tanto, ni se me ocurre compararme, pero admiro a Allen y también un día a la semana, casi siempre los lunes, acaricio mi olivetti línea 98 y lleno cuatro folios en los que aparece un ser humano que he conocido de palabra, de pensamiento o de obra. El personaje llega hasta mí durante la semana a través de extrañas sensaciones, sin método alguno que lo provoque, aunque es cierto que con una preparación documental anterior.

Esta vez me acercaba al Castelló literari en busca del latido de otros autores, cuando apareció frente a mí, citada una y otra vez tanto por Casimir Meliá como Lluís Meseguer, también por Santiago Fortuño y Josep Ripollés la novela Fontrobada, del que he leído ahora un delicioso comentario del poeta y profesor Francesc Mezquita. Y escribo con gusto sobre su autor, Luis Sales Boli, que ya cité cuando hablaba de otros seres humanos de aquellos años veinte en que la ciudad era una campanilla de risas y de sueños y los jóvenes de entonces buscaban los verdes campos del Edén. Eran los hermanos Sos Baynat, Ferrán Puig, Paco Betoret, los hermanos Sales Boli, los Soler Godes, Juan Adsuara y Porcar, también Bernat y el recientemente fallecido Juan Simón Matutano.

Este 2005 es un año cervantino, año 400 del Quijote y él, que empleaba metáforas y muletillas al hablar, recuerdo que contestaba a menudo a mis inocentes requerimientos con aquello de "En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme...". Por todo eso aparece ahora, uno de los pocos mortales que leyó completo el Quijote.

LA VIDA Nació el 13 de febrero de 1908, hijo del castellonero Manuel Sales Riera y de la dama zaragozana Josefa Boli Centinela, quienes habían contraído matrimonio en Zaragoza, en 1894, con seis hijos, Pilar, Manuel, Josefina, Luis, Emilio y Mercedes. La familia poseía un comercio de ferretería en la calle de Enmedio de Castellón, en el entorno de la iglesia de San Miguel.

El niño Luis cursó el bachiller en los primeros años del Instituto General y Técnico. Y siempre ha conservado buena relación de amistad con sus compañeros de entonces, Esteve Gálvez, Antonio Escartín, Vicente Asensio, Segarra Ribés. Después aquel grupo de jóvenes, la aparición paulatina de unos seres atrapados por las inquietudes culturales, incapaces de aceptar ninguna derrota en la vida mientras en sus rostros iban surgiendo las huellas de lo que creían ser, también de lo que quisieron ser y el rostro y el rastro de lo que fueron en verdad. Si algún pintor de entre ellos, con Manolo Sales de fino artista, el mayor de los Sos Baynat como gran retratista y el propio Porcar hubieran pintado un cuadro con aquellos pesonajes en su tiempo, hubiéramos contemplado unos rostros alegres y sonrientes. Después, claro, llegaron los tambores y estruendos de la guerra y todos se dispersaron y a cada cual la vida le trató de un modo diferente.

Luis Sales Boli efectuó estudios de comercio y, de inmediato, ingresó como funcionario de la Junta de Obras del Puerto en la ya legendaria Casa dels Caragols de la calle Mayor. Por oposición fue ascendido a Depositario de la institución y de la mano de don Carlos G. Espresati volvió a frecuentar la Sociedad de Cultura, en cuyo ambiente ya participó de la firma de Les Normes de Castelló y en su Boletín publicó muchos trabajos de tipo costumbrista. Pero en esa posguerra, a la que llegaba con su espléndida obra Fontrobada como estandarte, ya explotó con su magia para las miniaturas, los dibujos exquisitos y, sobre todo, como el más dotado para la creación de pergaminos. Con Artola y Pérez Dolz ya había tenido un gran éxito en la primera edición --muy premiada a nivel nacional-- de la obra Tombatossals, de Josep Pascual Tirado, luciendo en las viñetas, los dibujos, la portada y las letras capitulares, también como autor de deliciosas canciones y cuentos infantiles, aunque el foco principal le llegó con decorados y figurines para el teatro y, sobre todo, con la creación de los más espectaculares y valiosos pergaminos y diplomas que la sociedad de Castellón le encargó, incluso antes de ser miembro de la primera Junta de Festejos de la Magdalena. Y hubo pergamino para el Pregó, pero también para el general Franco, el papa Pío XII, para Adsuara y Segarra Ribés, para alcaldes y gobernadores, para personajes muy distinguidos.

En la iglesia de San Miguel, hermosa pieza del siglo XVII, donde fue bautizado y recibió la catequesis y la primera comunión, también contrajo matrimonio el 4 de diciembre de 1951 con María Lidón Villegas Rubert. Y el primer regalo que le hizo a su mujer fue el diseño dela gayata del Toll, que obtuvo el primer premio en 1953. Y tres hijos del matrimonio, Lidón, Luis y Manolo.

Falleció el 4 de diciembre de 1981 y no puedo olvidar su jovial devoción a la teoría de la relatividad, de la que se cumplen cien años, pero él me hubiera recordado que también debemos celebrar, ahora, en enero de 2005, el segundo centenario de otro mago de la fascinación, Hans Christian Andersen.