La edición de Cevisama de este año no solo se recordará por el importante incremento de la presencia de extranjeros, que en los mentideros que rodean a los diferentes expositores se daba por hecho que las previsiones iniciales se rebasarán; ni siquiera los buenos datos obtenidos por el sector a lo largo del 2017 tendrán el protagonismo necesario para retar al olvido, más allá de sumar a la estadística anual esos nuevos números que dan fe de la potencialidad de este sector. Esta feria se rememorará por las actividades paralelas que se han organizado a lo largo de toda la semana.

Y en este contexto, brilla sobremanera el amplio eco logrado por dos de las apuestas más fuertes de esta edición de Cevisama, con la presencia de dos genios de la Arquitectura que no solo llenaron los aforos de las salas en las que mostraron sus conocimientos, sino que colapsaron los espacios anexos. Las conferencias de ilustres personajes, como es el caso del luso Eduardo Souto de Moura, o el tudelano Rafael Moneo, han puesto de manifiesto que este tipo de aportaciones enriquece un escaparate mundial como este, que ansía a los mejores prescriptores para un material tan noble y agradecido como es la cerámica. Y en el ambiente, la ausencia tan notoria de Isidro Zarzoso, tristemente fallecido. Como dijo ayer su sucesor en Ascer, Vicente Nomdedeu, fue un gran hombre «que defendió a ultranza lo que hoy consideramos tan nuestro».