Los signos que indicaban que el Barcelona no andaba fino —pese a la goleada del pasado sábado al Alavés— irrumpieron en la ida de los octavos de final de la Liga de Campeones contra el París Saint-Germain, que desarboló a los azulgranas (4-0) y les condenó a una remontada épica en la vuelta para poder jugar sus décimos cuartos de final consecutivos.

Sin ritmo, sin personalidad, sin recursos, sin la aparición de sus estrellas, los azulgrana fueron intrascendentes ante un pletórico PSG, muy superior en cada línea, sustentado en un enorme Matuidi en la medular y con un Di María que se marchó con un doblete, completado por un tanto de Draxler y otro de Cavani.

Por vez primera no le marcó un tanto al PSG, que se había convertido en su rival favorito en Europa últimamente —le había eliminado en 2013 y 2015—. Pero esta vez, los franceses se vengaron y le endosaron por tercera vez una goleada de esta talla en la Liga de Campeones. Lo probó ya en la final de 1994 contra el Milan y en las semifinales del 2013 frente al Bayern de Múnich.

Al fin pudo sonreír Unai Emery en un duelo contra el Barça. En 23 partidos anteriores solo le había ganado una vez, con el Sevilla. En el 24 le propinó una sonora goleada que infla su crédito en París y le convierte en favorito para jugar, por quinto año consecutivo, los cuartos de final.

un barça irreconocible / Fue un triunfo sin contemplaciones, con una enorme superioridad de los locales, que anestesiaron al tridente, durmieron a Messi y convirtieron al Barcelona en un equipo menor. Volvieron al once Iniesta y Busquets, pero mostraron que aún no están al nivel que exige este tipo de duelos.

Y eso que los prolegómenos no les eran favorables a los jugadores del equipo francés, con la baja de última hora de su capitán Thiago Silva, que dejaba su defensa en manos de cuatro veinteañeros a merced del tridente más envidado del fútbol mundial.

En el duelo táctico, Emery apostó por centrar sus cañonazos en la banda derecha del Barça. Por ahí desgastó a los de Luis Enrique, que había optado por cubrir a Sergi Roberto con André Gomes en lugar de apostar por Rakitic.

Fueron golpes al hígado, de los que debilitan, de los que generan dudas, descosen al equipo; un tridente inexistente, perdido donde no había balón. Y fue así como comenzaron a caer los goles. Di María puso el primero; Draxler hizo el segundo antes del descanso. Repitió Di María ya en la reanudación, para cerrar Cavani. Y el Barça siguió sin aparecer.