El 15 de mayo de 1997, el periodista Catalán Mínguez escribía lo siguiente en Mediterráneo: «El día de hoy es la fecha clave para el traspaso de poderes. Más que un cierre, la entrada de Roig supone la apertura de una nueva era que, ojalá en su consistencia deportiva y económica, pueda equipararse a los 35 años de periodo fontdemorista».

Justo hoy, 20 años después de que se escribieran estas líneas, se puede confirmar que el maestro se quedó corto, que la llegada de Fernando Roig no solo supuso una continuación de lo visto hasta entonces, sino un punto de inflexión en toda regla de un club que mantiene su condición de humilde, pero no la de pequeño después de pasar el grueso de estas últimas dos décadas en Primera, de disfrutar de tres ascensos a la máxima categoría, de varias semifinales en Europa y Copa del Rey, de tres ediciones en Champions y ocho en UEFA o Europa League, amén de cuatro Copas Intertoto.

El traspaso de poderes que se formalizó en la ya famosa rueda de prensa en el restaurante Avenida 41 dio paso a dos décadas de continuo crecimiento que ya comenzaron a vislumbrarse en la histórica eliminatoria ante el Compostela, cuando en el primer año de gestión de Fernando Roig se logró de forma sorprendente e inesperado el ascenso del Villarreal a Primera.

Un futuro ilusionante

Desde entonces, en materia deportiva, las alegrías superan holgadamente a las penas —obligadas en cualquier deporte—, aunque los éxitos en los despachos son igualmente numerosos e indiscutibles. Dos ciudades deportivas, las cuentas saneadas, una afición cada vez más numerosa con casi 20.000 socios y un futuro prometedor con una de las mejores canteras de España son solo algunos de los pilares en los que se sustenta un proyecto más que consolidado en la élite del fútbol europeo que mira al futuro con optimismo.

De hecho, ya en el futuro inmediato vislumbra el próximo reto, ganar en Mestalla al Valencia y conseguir una nueva clasificación para Europa, que sería la 11ª. ¿Les parece poco?