El golazo de Gonzalo Rodríguez era el mejor exponente de ese compromiso global que parecía olvidado. Marco Ruben había anticipado que se iba a dejar la vida para vencer al Valencia y así fue. A partir de ahí se construyó un Villarreal brillante y fiable. Se recuperó la concentración defensiva, el control del balón, la pegada, los desdoblamientos por bandas y la aportación de las individualidades que posee este Villarreal. Pero lo más visible y lo que rescató la ilusión de la grada era el regreso de la magia al Madrigal. El Submarino deparó momentos de una brillantez exquisita. Definitivamente el Villarreal resucitaba, volvía a casa con el Año Nuevo, avisaba de que en la segunda vuelta va a dar guerra. Este grupo de futbolistas tiene que codearse en otro hábitat de la clasificación.

DERBI INTENSO // El partido no defraudó. Los ingredientes de un choque de rivalidad autonómica rebosaban por la copa que contenía un fútbol de gran reserva. Garra, tensión, encontronazos entre jugadores de uno y otro equipo, pero sobre todo tuvo a dos equipos entregados a entretener a la grada y dispuestos a ponerlo todo para ganar y que no se conformaron nunca con lo que tenían.

El Villarreal se puso con un 2-0 por delante a los 18 minutos y no se conformó con esa renta. Ocasiones dispuso para aumentarla. Una muy clara de Zapata, que remató arriba en el área pequeña con toda la portería para él. Y el Valencia nunca se marchó del partido ni se dio por perdido. Su principal bombona de oxígeno fue el gol de Feghouli a cinco minutos del descanso.

No bajó el ritmo el equipo de Molina en la segunda parte. Mantuvo intacta su presión, velocidad y aplicación defensiva. Senna parecía haberse tomado un baño de dos días en una piscina repleta de elixir de la juventud porque viéndole correr y fajarse parecía un joven de 20 años que daba el salto al primer equipo. El Villarreal persiguió el 3-1 con fe y una entrega dignas de mención.

Pero el Valencia no bajó nunca la guardia y evidenció que es uno de los grandes de la Liga. La victoria se antojaba que iba quedar en casa, pero el mazazo fue tan terrible como injusto cuando un mal despeje de Zapata quedó a pies de Aduriz, quien desde 20 metros conectó un tiro raso que batió a Diego López. El 2-2 era una mala pesadilla para el Villarreal y el único recuerdo del equipo del 2011. Pero el Villarreal de ayer, aunque durmió en descenso, no tardará en escalar puestos. Nunca un empate tuvo tanto sabor a victoria como el de ayer. H

El gol de Aritz Aduriz a tan solo cuatro minutos del pitido final no deslució ni lo más mínimo el gran partido de un Villarreal que superó durante la mayor parte del encuentro a su rival y mereció el triunfo con claridad en el derbi autonómico ante un Valencia que demostró los motivos por los que es líder de la otra Liga y nunca se dio por vencido.

Molina no cambió nada y lo cambió todo. El primer once del nuevo técnico no albergaba sorpresa alguna ni en la composición ni en la ubicación de los jugadores. Garrido podía haber confeccionado la misma alineación. Sí, posiblemente hubiera podido ser así. Pero el Villarreal de ayer no conservaba ninguna similitud con el equipo triste, apático, dubitativo, errático, gris y psicológicamente desmotivado del 2011. Observar las diferencias en la clasificación entre el Valencia y el Submarino y luego ver jugar a ambos equipos en el campo parecía una broma de mal gusto. O mejor dicho, el indicador de que algo estaba pasando en el vestuario amarillo para que este grupo de muy buenos futbolistas como Diego López, Zapata, Senna, Gonzalo, Bruno, Borja, Cani, Nilmar y compañía fueran incapaces de dar dos pases seguidos hasta hace muy poco. Eran los mismos hombres pero parecían otros.

El Villarreal peleó cada palmo del campo del Madrigal como si en la conquista de cada centímetro le fuera la vida o se convirtiera en indispensable para ganar el encuentro. La presión de los amarillos sobre los jugadores del Valencia fue asfixiante, y eso que enfrente estaba uno de los mejores equipos de España como es el de Emery. La garra de los hombres de Molina fue su mejor arma.