Vila-real se prepara para su fiesta grande a finales de esta semana. La de Sant Pasqual arrancará este viernes y, como siempre que su equipo necesita una ayuda extra, se extenderá el domingo al Madrigal. La visita del Elche al estadio amarillo también debe convertirse en una fiesta para celebrar una clasificación europea que con los tres puntos ante los alicantinos sería, si no matemática, virtual, a falta de dos encuentros para que concluya una competición que se le está haciendo larga al Submarino por culpa de las bajas. “La afición nos tiene que ayudar en este momento tan complicado, con tantos lesionados”, decía Marcelino nada más finalizar el último encuentro en Riazor, donde, de nuevo, el míster no pudo pedir más a los suyos. El técnico sabe que el empuje del Madrigal puede ser clave para compensar las ausencias que están complicando esta recta final.

El encuentro ante el Elche puede y debe convertirse en la fiesta de la segunda clasificación europea consecutiva del Submarino, pero también en una especie de merecido homenaje a un equipo que sigue manteniendo un espíritu altamente competitivo a pesar de los problemas.

Los golpes de los problemas físicos hombres clave como Bruno --el capitán, que acelera para acabar la temporada ayudando al equipo sobre el terreno de juego-, Musacchio o Asenjo podrían ser suficientes para hundir a cualquiera, pero no a este Villarreal que se ha mantenido arriba, punto a punto, pese a los contratiempos. Desde que las desgracias se fueran acumulando en el inicio de las semifinales de Copa ante el Barça --allí, en el Camp Nou, cayó Bruno-- el Submarino ha ganado poco --solo al Celta en el Madrigal, 4-1--, pero también ha perdido muy poco: tres partidos como local y dos de ellos ante conjuntos que pelean hasta el final por estar en la próxima Champions, el Sevilla y el Atlético.

SENTIMIENTO DE ORGULLO // Lejos de casa, los de Marcelino han mantenido el tipo a pesar de que las citaciones han ido parcheándose cada vez más con jugadores del filial. En Liga, el Villarreal no pierde a domicilio desde mediados de febrero, cuando en Vallecas sufrió la última de las únicas tres derrotas visitantes en la competición. Ese esfuerzo, el domingo, debe agradecerse desde la grada. “Los aficionados pueden sentirse orgullosos de este equipo”, incide Jaume Costa, el goleador en Riazor, que espera que “grada y equipo estemos juntos en un encuentro que, de ganar, hará bueno el empate ante el Deportivo”. “Solo les pido que vengan a animar”, añade el lateral. Tanto a él como a los Trigueros, Pina, Jonathan, Mario, Gerard o Víctor Ruiz les ha tocado dar un paso al frente para multiplicarse y mantener a flote a este Submarino, el quinto mejor de la historia grogueta en Primera División.

Solo queda el último empujón, ese que la afición dará a los de Marcelino en las últimas tres finales. Dos de ellas tendrán como escenario el Madrigal, un estadio que quiere volver a ser decisivo. H