Sin apenas haber dormido, el presidente presenció a pie de césped el entrenamiento del Villarreal en Astana, al lado de su hijo. Parece siempre despistado, pero no se le escapa un detalle. Pendiente del riego del césped y alentando a los suyos para que lo exijan en la reunión previa al partido, siguiendo las acciones de sus jugadores que anoche entrenaron a un ritmo altísimo, haciendo alguna carantoña a Musacchio, ultimando detalles de la gestión del club y no voy a ocultar que muy feliz por la venta de De Guzmán por 7 millones, que aún podría haber sido mejor si el jugador hubiera aceptado la oferta del QPR.

Y, no se lo pierdan, estaba como un niño que estrena botas y juega al día siguiente su primer partido por el comienzo, hoy, de las obras de la segunda Ciudad Deportiva del club, que espera esté lista a finales de año. Para Fernando Roig es como si hubiera fichado un crack; es el futuro. Y tuvo tiempo para prestar atención al proyecto Units per l’Esperança, que el 3 de septiembre tendrá su acto central con el partido ante el Celtic para recaudar fondos en la lucha contra el cáncer infantil. Y seguro que se fue a la cama pensando en superar los 20.000 socios. Roig, más enchufado que nunca, como los jugadores. El balón empieza a rodar. H