La salida al campo de Bruno, Moi y Gio cambió la faz de un Villarreal espeso y gris durante 60 minutos, pero que terminó haciendo un rondo con el Cádiz justo cuando Marcelino movió el banquillo. El objetivo era sellar el pase a octavos y desgastarse lo mínimo cara al partido contra el Deportivo. Y se cumplió con un global de 5-1. El Villarreal ya está en octavos, donde le espera la Real Sociedad, un duro hueso.

Anoche se necesitaba más un motivador que un entrenador. El resultado de la ida (1-2), un rival de 2ª B con gran mayoría de suplentes, un estadio con una imagen desoladora, una noche fría y desangelada... Y si Marcelino había logrado que su equipo afrontase los partidos contra Córdoba, Apollon o el mismo Cádiz en el Carranza como si se midiese al Madrid o Barcelona, anoche parecía como si ya se le hubiera agotado la capacidad de lograr el máximo grado motivacional.

A los amarillos se les notaba demasiado que estaban más pendientes del paso de los minutos que de proponer algo serio. No era desgana, pero sí una falta de gen competitivo. El Cádiz, que juntó líneas y replegó a sus dos puntas por detrás del círculo central, no dejando espacios y atascando la escasa creatividad que despedía el Villarreal, tuvo suficiente para dar un par de sustos en el Madrigal. Casi sin quererlo se pudo poner por delante en el marcador en un despeje de Israel Puerto hacia su propia portería y en un posterior tiro que se marchó fuera por poco.

Solo Espinosa mostraba cierta lucidez. Un jugador talentoso, como Trigueros, era el fiel reflejo de la pobre imagen que ofrecían los amarillos. Nahuel, otro artista del balón, acumulaba error tras error. Faltaba chispa. La suerte es que el Cádiz también asumía que su guerra no estaba en la Copa.

No varió mucho el guión de la segunda parte. Partido insulso y con menos ritmo que un entrenamiento. Muchísimo menos. El Villarreal jugaba con el colchón de que debía recibir dos goles para caer eliminado. En un partido que ninguno de los dos equipos exhibe motivación y ganas de competir puede pasar cualquier cosa. Por fortuna, Kike López alejó cualquier fantasma de sorpresa copera al cometer un claro penalti sobre Jaume Costa que Trigueros transformó. Restaban 35 minutos por delante y la prórroga se situaba en recibir dos goles y la eliminación en tres. Demasiada tela para un Cádiz que no derrochaba muchas ganas.

Marcelino inyectó vitaminas en vena al Villarreal con Moi, Bruno y Gio. Bastó para que, aún a medio gas, se notasen con nitidez las diferencias entre un Primera de la zona noble y un 2ªB. La última media hora ni parecía el mismo equipo ni tampoco el mismo partido. El juego ganó en criterio, la pelota se movía con más velocidad y precisión. Las ocasiones iban cayendo. Moi le dejó el balón a Gerard Moreno para que la empujara a la red. El Villarreal ya hacía un rondo en medio campo con los jugadores del Cádiz de oposición. Y todavía iba a caer el 3-0. Esta vez era Costa quien iba a sacar el guante y Gerard, con un giro de cabeza digno de un 9, cerraba la eliminatoria. H