Mientras Cristiano hacía una visita fugaz a París para recoger orgulloso su quinto Balón de Oro, Leo Messi iba a lo suyo. Hace tiempo ya que la estrella del Barcelona ha olvidado, como él mismo ha reconocido «los premios individuales». Esa «zanahoria», como el propio Leo reconoció en una entrevista a TyC Sports, un canal de televisión argentina, no le motiva tanto como antes, empeñado en andar, ahora con 30 años, en hallar las cimas que nunca alcanzó antes. Le falta el Mundial que rozó -y perdió- hace casi cuatro años en la cita de Brasil. Rusia está a la vuelta de la esquina.

Cristiano en Francia con el Balón que fue de Leo (no recoge uno desde el triplete del 2015) y éste, en cambio, aprovechando el día libre que concedió Ernesto Valverde a la plantilla para rubricar un nuevo compromiso publicitario con Sirin Labas, una empresa electrónica, como difundió en su cuenta de Instagram.

En otra etapa

Luego, Messi se marchó a su casa de Castelldefels para estar con sus hijos: Thiago, «es lo más bueno, un fenónemo» al que no le interesa mucho el fútbol; y Mateo, un bicho, «un hijo de puta» como lo definió graciosamente su padre. Ambos son, curiosamente, diestros. Tras vivir Leo esa «etapa en la que usaba trajes diferentes porque todos esperaban lo que me iba a poner» cuando iba a recibir los Balones de Oro, decidió «volver a la normalidad». Fueron apenas «dos años». Ahora Messi entra en una nueva fase.

Tiene todo lo que se puede tener en su museo de Castelldefels. Todo, excepto el Mundial. «Siempre me interesó y me preocupó más lo que se puede conseguir a nivel grupal», insistió el astro, quien reconoció que había vivido «una sensación muy hermosa» cuando recolectaba balones dorados. Hasta cuatro recogió de forma consecutiva en la época de Guardiola. Pero ahora necesita besar esa Copa del Mundo que acurrucaron Iniesta, Busquets y Piqué. «Fue hermoso ganar, sobre todo, los primeros. Pero una vez pasó eso, aún menos importancia le doy. Ahora quiero una Champions más, un Mundial...».