Lo fácil para alguien como Fernando Roig sería sentarse a disfrutar tranquilamente de su obra. Con 69 años y después de todo lo conseguido, seguro que algún duendecillo le recomendará al presidente del Villarreal que levante el pie, que se tome la vida de otra forma... pero no. O no escucha a esa voz interior, o queda diluida entre otras muchas que le empujan a seguir un paso por delante.

Un buen ejemplo para explicar cuál es el carácter de Fernando Roig está en el Madrigal, o mejor dicho, Estadio de la Cerámica —costará un poco acostumbrarse al nuevo nombre—. Desde la llegada del presidente al club, los cambios en el campo por dentro y por fuera han sido continuos. Ayer salió el último a la luz, y para sorpresa de propios y extraños, adelantó que el recinto continuará remodelándose durante tres años más, que solo se había presentado un 25% de las obras.

Esta última transformación se ha llevado a cabo sin coste alguno para la población de Vila-real y el cambio de nombre supondrá a las arcas del club entre tres y ocho millones de euros anuales.

Está bien recalcar cuál es la cifra, porque quizá los más críticos con el cambio de nombre son los mismos que reclaman fichajes de campanillas, jugar todos los años la Champions, títulos y plantar cara a los grandes. Pues bien, para conseguir alguno de estos objetivos hace falta dinero, trabajo, sentido común y alguien como Fernando Roig, que lejos de caer en la autocomplacencia apuesta por una continua innovación.