La vuelta en el Madrigal será un trámite. El Villarreal, que aún cubre etapas para su puesta a punto, destrozó con un contundente 0-3 al Astana. El bombo de la fase de grupos le espera para estar en su novena participación en Europa. El gen Marcelino, que hace que estando bien o mal este Villarreal siempre compita, volvió a marcar el estilo de un equipo que redondeó ayer una pretemporada esperanzadora ante el Astana, que preparó la cita como un hito histórico. Este equipo sigue teniendo un apetito voraz por ganar. Y se comió al Astana. El domingo toca la Liga y el Levante, pero la temporada empieza con buen pie.

El Villarreal no se sintió cómodo al principio. Le costó coger el mando y convencer al balón de quién estaba más preparado para darle los mimos y el trato que requiere. Sin embargo, supo adaptarse a lo que necesitaba el partido y a lo que podía ofrecer a estas alturas de pretemporada. El fútbol es talento, pero si este no viene acompañado de la puesta a punto necesaria, la calidad pierde brillo y desvirtúa su potencial.

Un Ferrari no gana por nombre y diseño; necesita esa puesta a punto. Al Astana le pasó todo lo contrario. Se sintió fuerte desde el inicio y se creyó mejor de lo que era. Realmente, sus primeros minutos fueron más aparentes que otra cosa. Un juego volcánico que se amparaba en un plus físico por un rodaje mayor. Pero una cosa es no estar como te gustaría y otra distinta es pasarlo mal o sufrir. El Astana hizo mucho ruido con dos desbordes por banda y dos remates a las manos de Asenjo. El equipo de Marcelino estuvo lejos de su velocidad punta, pero supo tomar las curvas con cabeza y frialdad para no salirse en la primera curva. Se dedicó a cubrir vueltas y a mejorar. Al motor del Submarino le faltaba rodaje. En fútbol se traduce a condición física. Pero el pilotaje posee un peso específico en la F-1; en el lenguaje del balompié se diría que el talento individual tiene mucho que decir.

Marcelino sabía que esta previa de la Europa League no era determinante para valorar el análisis de una temporada, pero sí podía marcar mucho en caso de fracaso. Once de gala y espíritu competitivo máximo, que no quiere decir que este equipo que promete mucho se halle todavía en su momento óptimo. Lo contrario no sería normal a estas alturas.

Pero el Villarreal echó mano de galones. Lo primero que se propuso fue frenar la velocidad del juego. De esa forma, nivelaba la vertiente física y porfiaba su éxito a su superioridad técnica. Poco a poco, el Astana se convirtió en un conjunto de becarios, sin la experiencia ni la sapiencia de los amarillos, que empezaron a impartir cátedra. Cheryshev dio un par de avisos, Gio apuntó tres lecciones de movimientos en ataque, Cani desempolvó su varita mágica y Manu se subió en un altillo virtual para ver desde la tarima a los kazajos. El primer gol cayó tras un contragolpe a gran velocidad, que Magic Cani mandó a la red tras pifiar una media volea que durmió en la portería. El Villarreal entraba en el partido. y el fondo de armario se puso enseguida a prueba con la lesión de Gabriel y el debut de Víctor Ruiz.

La segunda parte comenzó con una delicatessen de Gio, que elevó el balón por encima del portero del Astana, remachando una entrada hasta la cocina de Costa y dejando el sello del pasaporte a Europa grabado a tres tintas. El Villarreal ya le había quitado volumen al Arena Astana y los kazajos ya no hacían ni ruido, aunque su amenaza no llegó en ningún momento tan siquiera a la categoría de arañazo. Y Musacchio se convirtió en un fichaje de lujo. El argentino estuvo como siempre, es decir, en plan mariscal.

Y salió Vietto. Falló un gol a puerta vacía pero dejó detalles de ser un clon de Rossi. Desborde, velocidad, remate e inteligencia con y sin balón. Fichaje de presente pero con un futuro espectacular. El Villarreal volvió a conectar el sonido al Arena Astana, pero ahora para que el estadio mostrase su admiración por un juego que por Kazajistán no están acostumbrados a ver. Los locales, con 10 por la expulsión de Anicic en el 59, suspiraban por el final. Y cayó el tercero. Super Mario, uno de los estandartes del Villarreal, conectó un tiro envenenado que sentenció la eliminatoria. ¡Europa a la vista! H

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