No soy una copia de nadie. Eso es muy difícil de conseguir porque hoy en día hay muchos rejoneadores que se parecen entre ellos. Yo tengo personalidad y mi sello, esa es la diferencia mayor». Así de contundente se muestra Lea Vicens al definir su manera de interpretar el Arte de Marialva. Con el carácter propio y necesario de los grandes que quieren ser el número uno, pero a la vez, con esa sencillez y humildad que le caracteriza a esta rejoneadora, que va camino de escribir una página histórica en el toreo a caballo. «No sé si llegaré a ser la mejor de todos los tiempos, eso lo debe decir el aficionado, no quiero pecar de arrogante. Sí lucho cada día por ser la mejor», dice.

El año pasado debutó en la Magdalena y dejó muy buena sensación. «Corté una oreja tras una faena de nota alta y tengo muchas ganas de volver porque es un público muy agradable y entendido a la vez», asegura esta francesa afincada en La Puebla del Río, donde sigue forjándose a la vera de sus maestros: los hermanos Peralta. «Me van a exigir, pero estoy preparada. Tengo mi estilo y mi toreo propio que le gusta a mi público», añade convencida de sus posibilidades.

Ha dado el salto a las grandes ferias y no ha defraudado, dando la talla al lado de todos los mejores. Esta temporada vuelve a estar en ese circuito de las plazas de primer nivel, donde no ha sido fácil llegar. «Logré muchos triunfos el año pasado y por tanto, en todas las plazas en las que abrí la puerta grande voy a volver. Estoy contenta e ilusionada». Hay motivos para estar feliz. La de 2017 no fue una temporada cualquiera para ella. “El año pasado me ocurrieron varias cosas históricas. Fui la primera mujer que lideró el escalafón de rejoneadores. Y, además, fui la primera mujer que indulté un toro y la segunda vez en la historia que lo hacía un rejoneador, ya que el primero fue Pablo Hermoso de Mendoza en Nimes, y yo lo indulté en Istres».

Ahora, es tiempo de consolidar todo lo conseguido y para ello entrena duro a diario. «Intento arrimarme y arriesgar lo máximo, como es normal, pero no consiento que un toro toque al caballo. Eso es el temple, lo que trabajo cada día para torear de frente y sobre todo muy limpio, dentro de una obra que debe tener belleza y estética para que llegue a los tendidos, que los caballos no protesten, preparar y rematar bien las suertes. Eso es lo que busco, lograr esa perfección en mi toreo.