En unos días celebraremos la Fiesta de la Presentación de Jesús en el templo. María y José presentan a Jesús en el templo para ofrecerlo y consagrarlo al Señor. Jesús viene a este mundo para cumplir la voluntad del Padre con una oblación total de sí por amor a los hombres, con una fidelidad plena y una obediencia total a su misión redentora.

La oblación del Hijo de Dios en su presentación en el Templo es un modelo para los hombres y mujeres que consagran toda su vida al señor. Por esta razón, en la Fiesta de la Presentación celebramos la Jornada especial de la vida consagrada. El lema escogido para este año es: Ven y sígueme (Mc 10, 21). Vida Consagrada y Nueva Evangelización. La nueva evangelización, a la que nos convoca la Iglesia, es principalmente un desafío espiritual para salir de la tibieza, de la indiferencia y del cansancio de ser cristianos en la propia vocación. La nueva evangelización requiere nuevos evangelizadores, que se dejan transformar por el Evangelio y por la gracia de Dios. El Papa Benedicto XVI, en el Encuentro con religiosas jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud, les exhortó a vivir la radicalidad de la vida consagrada; y les dijo: “La Iglesia necesita de vuestra fidelidad joven arraigada y edificada en Cristo. Gracias por vuestro ‘sí’ generoso, total y perpetuo a la llamada del amado”.

El primer medio de evangelización de los consagrados consiste en un testimonio de vida entregada a Dios en una comunión que nada debe interrumpir y, a la vez, consagrada al prójimo con un celo sin límites, en la vida contemplativa o en la vida activa. Será sobre todo mediante su vida de santidad como los consagrados serán nuevos evangelizadores; es decir, mediante un testimonio vivido y radical de fidelidad a Jesucristo, de pobreza y desapego de los bienes materiales, de libertad frente a los poderes del mundo; en una palabra, con una vida de santidad. Los consagrados tienen en su vida consagrada misma un medio privilegiado de evangelización eficaz. Su testimonio silencioso de pobreza y de desprendimiento, de pureza y de transparencia, de abandono en la obediencia es una interpelación al mundo y a la Iglesia misma, y una predicación elocuente incluso para no cristianos de buena voluntad. H