Entrar en un supermercado de Munich, en el sur de Alemania, y comprar un kilo de clemenules es sinónimo de rascarse el bolsillo. Y lo mismo ocurre en las tiendas de alimentación de la localidad irlandesa de Howth, a muy pocos kilómetros de Dublín. En la primera ciudad el kilo de la variedad reina en Castellón le cuesta estos días al consumidor la friolera de 13,95 euros, mientras que en Irlanda cada pieza se comercializa a 0,55 euros. Unos precios que, además de superar hasta en siete veces los valores medios que se pagan en la mayoría de los supermercados españoles, se encuentran a años luz de la cantidad que reciben los productores de la provincia y eso que esta campaña las cotizaciones en origen no son nada malas.

Que un kilo de mandarinas cueste casi 14 euros en un supermercado alemán viene a demostrar que las grandes cadenas de distribución siguen haciendo caja con la fruta valenciana. Y más si se tiene en cuenta que el precio que recibe el llaurador es 40 veces más bajo. Un ejemplo: la clemenules, cuya producción en la provincia se destina mayoritariamente a la exportación, cotiza esta semana en origen a entre 0,30 y 0,49 euros el kilo, según datos de la Mesa de Precios de Cítricos de la Lonja de Valencia. Si de esa horquilla se tiene en cuenta el precio mínimo, la naranja valenciana cuesta en Alemania 50 veces más que en el campo, mientras que en el caso del valor máximo, el coste en la tienda es 30 veces más alto que el dinero que recibe el productor.

Los súpers de Irlanda venden la pieza a 0,55 euros MEDITERRÁNEO

Las diferencias entre lo que cobra el productor y lo que paga el consumidor europeo son abismales y las organizaciones agrarias ya han puesto el grito en el cielo. «Hay mandarinas de máxima calidad, escogidas a conciencia, que pueden llegar a tiendas gourmet a un precio elevado. Sin embargo, en este caso, casi 14 euros por kilo nos parece un precio al consumidor elevadísimo, sobre todo si lo comparamos con la cotización en origen que se paga a pie de campo», apunta Cristóbal Aguado, presidente de la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja).

Una demanda que va al alza

A los agricultores de Castellón los valores que marcan los supermercados europeos les parecen una «barbaridad» y la única explicación que encuentran es la existencia de una demanda al alza y una oferta de fruta más bien escasa, tanto en la provincia como en el conjunto del país. «En Castellón la campaña de la clemenules está prácticamente finiquitada. Se está recogiendo fruta a gran velocidad porque los mercados están respondiendo», explica Víctor Viciedo, citricultor y presidente de la Associació de Llauradors Independents de Vila-real (ALIV), quien lamenta que los precios en origen apenas se han movido. «Las cotizaciones siguen prácticamente en los mismos valores que a principios de campaña, entre 0,32 y 0,42. De ahí no pasan», añade.

Aunque las cotizaciones este año poco tienen que ver con las de la temporada pasada (las liquidaciones de la campaña 2021-22 acabaron en unos 0,18 euros el kilo), los productores aseguran que tampoco son para tirar cohetes. Y las razones hay que buscarlas en los elevados costes que soporta el agricultor (la Unió Llauradora estima que para cubrir los gastos hay que vender la clemenules a entre 0,30 y 0,32 euros) y en la incidencia de plagas como la mosca que han disparado la cantidad de fruta no apta comercialmente.