“Un hijo con autismo no vale por dos, vale por cuatro”, admite una madre que pide más recursos para los niños que sufren TEA en la provincia y que una vez acaba el curso escolar, aseguran, cuentan con escasas opciones para ocupar su tiempo. Es cierto que esta temporada estival sí cuentan con una escoleta con monitores especializados en la capital de la Plana, pero por desgracia alternativas como esta son una ‘rara avis’: “Falta mucho personal preparado para tratar a niños con estas características”.

Tanto es así, que la madre que ha tenido a bien realizar la denuncia de forma anónima en este periódico subraya que ya han sido dos las escoletas que han echado a su hijo por su enfermedad: “La primera fue hace tres años en verano y la última, esta última Pascua”. Para más inri, la expulsión de esta segunda escoleta se dio en el Día del Autismo: “Mucho globito, mucho lacito azul y mucha chorrada, pero para celebrar este día me llamaron y me dijeron que no se había integrado y que se tenía que ir. Duró dos horas”.

La madre en cuestión recuerda que “ya se avisó a los organizadores de las necesidades especiales del niño”, pero en primera instancia se le aceptó: “Me dijeron que no habría problema, pero una vez dentro, con la excusa de que lo hacían por el niño le echaron”. Considera la progenitora del niño con TEA, que actualmente cuenta con 10 años de edad, que “en Castellón hay que preparar a más gente para atender a chavales así porque ellos están mejor con otros niños que en casa, donde se aburren y los padres no podemos atenderles como merecen las 24 horas del día”.

Otras carencias para niños autistas en Castellón

Al margen de los citados problemas en escoletas especializadas en tratamiento a niños con necesidades especiales, por ausencia de ellas, la madre que da voz a este colectivo afirma que “también falta más integración en el deporte. Yo llevo a mi hijo a natación, que me cuesta una pasta porque están para él. Todo lo que haces cuesta el doble porque tiene que tener apoyo y si no tienes recursos no puedes hacer nada”.

De hecho, el desembolso comienza ya incluso desde el diagnóstico inicial: “Cuando nacen no se les nota nada, pero mi madre tiene seis hijos y ya me decía conforme pasaban los meses que algo pasaba. Con dos años no sabía decir una palabra, y todos me decían que ya hablaría, pero yo veía que no era normal”. Para confirmar sus presagios, la mujer se dirigió a su pediatra, que le derivó a un neuropediatra: “El problema es que era abril y me daban para diciembre. Yo no podía pasar ocho meses sin saber qué pasaba. Fui por lo privado y enseguida me dijeron que tenía autismo. Ahí te cambia la vida para siempre”.