La tragedia del Villa de Pitanxo, pesquero gallego en el que han fallecido diez personas, con 11 desaparecidos y solo tres supervivientes, ha conmocionado al mundo. Los compañeros del barco en Castellón se solidarizan con las víctimas y sus familiares, al tiempo que descubren los peligros intrínsecos de su profesión, confirmados por este último accidente. “Nos jugamos la vida todos los días; vamos en una bomba flotante”, descubre Pedro Guzmán, patrón de El Paraíso, que sale a faenar todos los días desde el puerto del Grau de Castelló: “Ahora que estamos trabajando la gamba roja llegamos hasta las 30 millas, unos 55 kilómetros para dentro. Si tenemos algún problema a esa distancia y con mal tiempo se nos puede complicar todo mucho”.
Pese a que las aguas del mar Mediterráneo son lógicamente más tranquilas que las del suceso de Terranova, el castellonense admite que a salvo “nunca se está. Mi padre siempre me contaba el Temporal de la Candelera que se cobró 140 víctimas en 1911, pero yo he visto también incendios en barcos, vías de agua…”. Guzmán es consciente de que “se ha mejorado mucho en seguridad”, pero la dureza y los peligros de esta profesión son incuestionables: “Hoy estábamos en el mar a las 5.00 de la mañana y hemos vuelto pasadas las 17.00 horas. Hay días que nos chupamos más de 15 horas de trabajo”. Este miércoles, al menos, la pesca ha sido favorable, pues han capturado unos 90 kilos de preciada y deliciosa gamba roja.
Sobre el naufragio del barco pesquero gallego, el patrón de El Paraíso, uno de los 14 barcos de pesca de arrastre de Castellón, destaca que “allí se la juegan constantemente. Si te caes al agua es difícil que puedes aguantar más de 10 minutos. Eso al menos aquí no pasa”. Lo que sí hay en aguas de Castellón son temporales, aunque este ‘lobo de mar’ toca madera porque en los 23 años que lleva con su barco “no hay que reseñar ningún grave accidente”. Que dure.
