LOS HÉROES DEL INCENDIO

Vidas en juego contra el fuego

Las tragedias están llenas de historias humanas no solo entre víctimas y afectados, también entre quienes literalmente se ponen en peligro mortal para minimizar daños, salvar el medio natural y a quienes lo habitan

Hasta 700 personas han luchado contra el incendio de Villanueva de Viver.

Hasta 700 personas han luchado contra el incendio de Villanueva de Viver. / ERIK PRADAS

Han llegado a ser 700 personas trabajando de forma ininterrumpida desde que las primeras alarmas advirtieron de que algo muy grave se estaba gestando en el Alt Millars. Bomberos profesionales, forestales y voluntarios, agentes medioambientales, brigadas de extinción, unidades de prevención, efectivos de la UME, cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado... Cada uno, una historia humana que pasa desapercibida en medio de la tragedia que siempre provoca la voracidad del fuego. Ellos, dicen, solo hacen su trabajo, pero su trabajo es impagable

«No somos héroes, somos personas», afirma Daniel Diago, bombero del parque de la Plana Baixa y portavoz sindical del colectivo profesional, quien asegura que desde el primer momento sabían que iba a ser difícil.

Daniel Gimeno, bombero profesional del parque de la Plana Baixa y portavoz sindical del colectivo.

Daniel Diago, bombero profesional del parque de la Plana Baixa y portavoz sindical del colectivo. / MÒNICA MIRA

Vicent M., portavoz de la Associació Agents Mediambientals, recuerda como poco después de declararse el incendio en Villanueva de Viver, al coordinador del dispositivo movilizado le preguntaron cuántos medios de apoyo necesitaba desde Valencia. «Acababa de empezar todo y ya dijo, todo lo que tengas». Castellón iba a enfrentarse a otro infierno.

Quienes participan en la extinción coinciden en que ha sido «muy virulento» porque el viento ha sido el peor pirómano, casi imprevisible, en una orografía compleja y un monte muy seco. «Desanima bastante haberte pasado doce horas defendiendo una zona, irte a casa con la satisfacción de que has conseguido salvarla y volver dos días después y ver que se ha quemado». No ha sido tan destructivo como el de Bejís, dice Diago, pero sí igual de peligroso para quienes debían apagarlo. Todos lo son.

Una gota más

Lo que lamenta este bombero profesional es que «poco se ha aprendido de lo que pasó en Bejís». Sus condiciones de trabajo no han cambiado y no son las mejores para incendios de esta envergadura. «Somos muy pocos, el 70% de la gente movilizada ha venido de otras provincias». Pero además, «no tenemos comunicaciones, vamos a oscuras, sin mascarillas...». Y cuenta «una anécdota» que ejemplifica cómo se sienten muchos compañeros. «En el Puesto de Mando Avanzado había dos estands con avituallamiento, uno de los compañeros de Teruel y otro nuestro. En el de ellos había bocadillos, agua, refrescos, dulces, fruta... En el nuestro bocadillos y botellas de agua. Podría parecer una tontería, pero no lo es. Sientes que eres menos», apunta. Una gota más para un vaso que está al límite.

Reprocha que «después de Bejís no ha habido ni una sola reunión de organización para analizar lo que pasó y cómo mejorar. En los parques sí que lo hemos hecho y hemos establecido una serie de protocolos internos para protegernos», porque hace casi un año hubo momentos vitales críticos.

Si le preguntas a un bombero si tiene miedo ante un gran incendio, dirá que sí. El miedo es una condición que ayuda a ser prudente en momentos de máxima tensión. «Estamos todos alerta, intentamos estar comunicados entre nosotros, valorar el peligro y trabajar solo donde se pueden mantener unas mínimas condiciones de seguridad», explica.

«Nunca llegas a relajarte, porque puede aparecer otro fuego en otro sitio. Suena mal, pero vivimos siempre así, a la espera de que pase algo, porque pasar»

Daniel Diago

— Bomberos profesional y portavoz sindical

Con todo, cuando el fuego amenaza las casas, «vas al límite, cuando te metes ahí dentro sabes que estás en peligro, pero no lo piensas, si lo hiciéramos no nos dedicaríamos a esto». Y están siempre expectantes. Con las llamas apagadas «nunca llegas a relajarte, porque puede aparecer otro fuego en otro sitio. Suena mal, pero vivimos siempre así, a la espera de que pase algo, porque pasará».

«Es algo nuestro»

Los agentes medioambientales son luz en la oscuridad sobre el terreno. Conocen al dedillo cada senda, cada barranco, cada rincón. Lo patean a diario «para protegerlo» cuando hay problemas y antes, para evitarlos, junto a los compañeros de las unidades de prevención y bomberos forestales. Una misión vocacional.

Un agente medioambiental observando la evolución del fuego en Villanueva de Viver.

Un agente medioambiental observando la evolución del fuego en Villanueva de Viver. / MEDITERRÁNEO

«¿Alguien se pregunta quién llena los tanques de agua para que carguen los helicópteros?», señala Vicent M. para incidir en que la extinción es un trabajo de equipo con muchas personas con funciones muy diversas y todas imprescindibles.

«Muchos coordinadores saben que podemos ser muy útiles y recurren a nosotros» porque un plano nunca podrá sustituir en medio del caos a alguien que conoce casi cada árbol. Y es que el de los agentes medioambientales es un oficio especial. Viven en contacto permanente con el territorio y velan por su preservación, son los que se quedan después, cuando solo hay cenizas y árboles quemados, para volver a empezar. Ese sentimiento de conexión es tan íntimo que «cuando en incendios así piden voluntarios se presentan muchas personas, porque se quema algo que sentimos propio». 

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