La ingente obra social de los Segarra merece capítulo aparte y, desde luego, este recuadro sobre pergamino. Los trabajadores de la empresa, unos cinco mil, a los que don Silvestre conocía y llamaba por su nombre, gozaron en el siglo XX de viviendas en alquiler o de pago a largo plazo a precios especialísimos. Aparecieron para ellos economatos, clínicas especializadas con el material quirúrgico de alto nivel, Escuelas de Formación Profesional, de Aprendices, una academia de Música que permitió a todos los hijos de los trabajadores aprender solfeo, una Mutualidad Patronal y varios galardones de estímulo, así como aquel legendario premio de natalidad, al igual que el que se tituló ‘Hucha de Honor’, de tanto impacto mediático.