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Regreso a la normalidad

Con el fin de la estancia de los Reyes Magos, acabó el ciclo navideño y el regreso a la normalidad. Atrás quedaron los días entrañables y familiares, las comidas y bebidas abundosas y, cómo no, la celebración del Nacimiento de Jesús. Ese Niño que en una ciudad desapareció de su cuna, en un intento de infanticidio. Al final, más que esto, resultó un recurso infantiloide por parte de sus actores. La calma ha vuelto, aunque el desagravio exige el canto de un villancico.

Las fiestas siempre constituyen un tiempo de descanso muy indicado para el disfrute y para la reflexión. En Roma, el hacendoso mundo romano celebraba un montón de jornadas festivas, que, según el poeta Ovidio, en sus Fastos, alcanzaba el número de setenta. Y quizá se quedaba corto. Es un fenómeno universal, tan universal y variado que hay fiestas para todos los gustos. Aunque, eso, sí, casi en todas ellas hay un trasfondo religioso, una conmemoración sacra, unida, tradicionalmente, a la pagana. Vivimos en dos esferas que intersectan su influencia mutuamente.

Nuestra provincia, tras la etapa navideña, prepara un verdadero festival con la presencia de un santo, un anacoreta de excepción, Sant Antoni Abat, a partir del día 11 en que recorrerá, como una antorcha de fuego, un número incontable de poblaciones (más de 50). De nuevo, lo religioso entronca con lo profano, con lo cultural.

*Profesor

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