Si no fuera por un virus llamado SARS-CoV-2, anoche en Vinaròs se hubiera celebrado la gala de las reinas del Carnaval. Y a estas alturas, la comparsas ya tendrían los trajes listos y las coreografías ensayadas para los desfiles del próximo fin de semana, y en los bares y restaurantes de la localidad no habría una sola mesa libre. Después llegarían las fiestas de la Magdalena y, apenas unos días más tarde, las Fallas de Burriana, Benicarló y la Vall d’Uixó. Pero eso era antes. El coronavirus lo ha cambiado todo y ha hecho saltar por los aires todo el calendario festero. Un golpe moral para los ciudadanos pero también un varapalo para las cientos de familias que en la provincia viven directamente de la fiesta. Pirotecnias, tiendas de trajes tradicionales y de disfraces, artistas falleros, peluquerías... el covid les ha dejado a cero y amenaza con llevarse por delante muchos negocios que llevan casi un año en la cuerda floja. Y eso que la Generalitat Valenciana ya ha anunciado que los sectores relacionados con las fiestas están incluidos en la lista de beneficiarios del plan Resistir.

La historia de Carmen Viciano es de resistencia y fidelidad al oficio. Lleva un cuarto de siglo al frente de Peces i Teixits, una tienda dedicada a la venta de telas situada en la céntrica calle Mayor de Vinaròs. En circunstancias normales, por este local pasan más del 80% de las comparsas de la localidad. Allí miran las telas, prueban combinaciones de tejidos y colores y encargan los metros de tela con los que luego confeccionarán los trajes que luego se lucirán en los desfiles. «Una parte importantísima de nuestro negocio está unida al Carnaval y este año , sin fiestas es una catástrofe», explica Carmen, que conoce este sector desde hace más de 40 años. «Antes de abrir esta tienda ya llevada 15 años trabajando en la misma actividad y, desde luego, no recuerdo una época peor», explica mientras cuenta que estos últimos meses han sobrevivido gracias a la venta de cortinas, toallas y ropa de cama. «Nos ha servido para ir picoteando y aguantando, pero sin Carnaval se ha ido a pique el grueso de nuestra facturación».

Veinticinco años lleva también Nely Porcar al frente de Filigranes, un comercio de Castelló especializado en indumentaria tradicional y un referente para todos aquellos que buscan vestirse 'a la antiga'. Entre sus clientes, familias de Castelló, pero también de prácticamente todos los rincones de la provincia. Por eso, para Nely la caída ha sido muy grande. «En 2020 no hubo fiestas en ningún pueblo y eso, unido a la suspensión de la Magdalena, nos sitúa en una tesitura muy mala», confiesa esta empresaria que pese las circunstancias sigue abriendo cada días las puertas de su negocio.

Durante todos esos meses, Nely ha ido tirando de ahorros. «Este negocio es mi vida y para mantenerlo con cero ventas he intentado reducir gastos al máximo», cuenta. Con la Magdalena 2021 aplazada, como mínimo, hasta el próximo mes de mayo, quienes viven directamente de la semana grande de Castelló no resignan a dar el año por pedido. «Ojalá el ritmo de vacunación acelere y, aunque sea en la recta final del ejercicio puede haber fiestas. Por nosotros, los que vivimos de ellas, pero también por los ciudadanos, que lo necesitan», sentencia.

El covid no va a poder con Filigranes pero sí acabará con otro comercio de toda la vida de Benicarló. A no ser que la situación mejore desde ya, Regional i Festa, en la calle del Pubill de Benicarló, bajará la persiana definitivamente. Su propietaria, Vanessa Villanueva, lleva casi un año sin actividad y, después de darle muchas vueltas, prácticamente ya tiene la decisión tomada. «Ya no puedo aguantar más. Soy autónoma y llevo desde marzo del 2020 con la prestación por cese de actividad», describe esta emprendedora que pertenece, además, a la segunda generación del negocio familiar. «Me da pena cerrar, pero los números no salen y esta crisis dura demasiado tiempo», reconoce Vanesa, de 42 años.

Por la tienda que aún regenta Vanessa y que fundó su madre, Tere Bellés, pasan falleras y festeras de localidades como Peñíscola, Alcalá de Xivert o Santa Magdalena. «Tradicionalmente de septiembre a marzo me dedico a los trajes y complementos de fallera. Y en mayo ya empiezo con la temporada de las fiestas de los pueblos. Pero no hay fiestas el volumen de trabajo es cero», se lamenta.

Las Fallas de Benicarló, Burriana y la Vall suponen un impacto económico de unos 6 millones de euros y su suspensión mantiene en KO a uno de los colectivos más íntimamente ligados a las fiestas josefinas: los artistas falleros. Sergio Musoles pertenece a un sector al que el covid también ha dejado tiritando. La declaración del primer estado de alarma, el 14 de marzo del 2020, le pilló plantando una falla en València. «El año pasado fui el autor de tres monumentos en la capital del Turia, más uno de la sección especial, además de otros tres en otras localidades falleras, uno de ellos en Burriana», enumera Sergio, hijo de artista fallero. Un material que permanece guardado en varias dependencias de Burriana (gracias al Ayuntamiento y a la Federación de Fallas de la localidad) y que saldrá a la calle previsiblemente, y si la situación sanitaria lo permite, en la segunda mitad del año.

Sergio, en cuyo taller trabajan todo el año otros cinco profesionales, pertenece a un sector muy tocado por el covid pero él es de los pocos que ha continuado con la actividad. Prepara ya las fallas del 2022 para las mismas comisiones que le encargaron los trabajos del año pasado. Y aunque es consciente de que no todos los artistas han tenido su misma suerte, asegura que es raro trabajar en un ciclo sin haber quemado el anterior. «El problema gordo será si, finalmente, este año no hay fallas. Es importante dar salida a todos los monumentos que hay guardados en los almacenes y talleres», añade.

Burriana, Benicarló o Castellón van a vivir su segundo mes de marzo sin Fallas ni Magdalena y eso supone una ruina total para las empresas de pirotecnia. La mayoría se han visto obligadas a acogerse a un expediente de regulación de empleo (ERTE), pero pasan las semanas, la situación no mejora y el agujero es cada vez más grande. «Se va todo al garete. Los ingresos de 2020 no han cubierto los gastos que tenemos y acabaremos teniendo que cerrar porque no podemos aguantar», declara Reyes Martí, propietaria de la pirotecnia Martí de Burriana. «Esta semana tiré dos castillos de fuegos artificiales en la fiesta de Sant Blai de Burriana, pero para lo que queda de 2021 no tengo nada en previsión. Cero», lamenta. La empresaria insisten en que tanto ella como sus compañeros de profesión se sienten ahogados. «Somos muchas empresas tirando de nuestros patrimonios y teniendo que asumir los mismos gastos que si estuviéramos trabajando. Hay que pagar seguro, alarmas, mantenimiento de instalaciones...».

Otro colectivo tocado por la falta de fiestas es el de la peluquería, sobre todo, aquellos salones especializados en moños de fallera o castellonera. Ángela Pons, propietaria del salón de peluquería de Burriana que lleva su nombre, peina cada año a muchas falleras. «Esa pata de negocio ahora no existe. Pero es que, además, tampoco hay presentaciones de comisiones, la gente sale menos y, por tanto, viene menos a la peluquería», relata esta empresaria de 36 años que lleva en el oficio desde los 17. Y, para colmo, las comuniones y bodas también se han reducido a la mínima expresión. Otro golpe más para el sector.

El negocio de Ángela, lógicamente, se ha resentido, pero ella no es de las que pierde la esperanza. «Hay que ser optimista. Lo primero es salud y atender esta emergencia sanitaria. Es verdad que yo sigo teniendo clientas y el local de mis padres, así que no pago alquiler. Y pienso que el covid un día acabará y volverán las fiestas y la alegría», sentencia.