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Vicente Montesinos, presidente del CD Castellón.

LAS CUARENTA

La opinión de Pepe Beltrán | El coche viejo, su precio y el dueño

Decía el recordado maestro y amigo Juan Soler que en esta vida puedes cambiar de coche varias veces, por razones mecánicas, estéticas o para fardar, pero que quien cambia de equipo es un hijo de puta. En ese remedo de su teoría me hallo y, después de muchos años, me he decidido a cambiar de coche. A la hora de negociar con el concesionario elegido es costumbre incluir el viejo utilitario para obtener mejores condiciones, pero la compensación era insignificante por mucho que insistiera en su escaso kilometraje, un repintado ¿reciente? y hasta un moderno seleccionador de cd’s que le había instalado y le confería un valor añadido. Ha sido tanto tiempo con el mismo vehículo, demasiado, que no diré que le hubiera cogido cariño al viejo 407, pero es cierto que también apele al sentimentalismo para obtener mejor tasación. Tampoco coló y, en Leonauto, Luis Pascual, tan amable como contundente, cerró su oferta: o lo tomas o lo dejas.

Me dicen que Vicente Montesinos anda en una tesitura similar y no cesa de restregar a quien se deja lo mucho que ha invertido en el CD Castellón para sacar pingües beneficios de su venta. Pero nadie va a tragar. Lo que haya puesto --que está por ver-- no tiene nada que ver con el valor real de la SAD que, según confesaron sus propios números en la junta general de accionistas del pasado día 30, es menos que nada. Mantener en circulación este club puede superar los cinco millones de euros, eso sin optar a ganar ninguna carrera --ascensos--, y nadie va a querer pagar otros cuatro por sentarse en el asiento del piloto. La denuncia de un impago del concurso de acreedores, por minúsculo que fuera, supondría la disolución. Por eso, incluso los nostálgicos consideran desorbitado pagar por este capricho. 

Montesinos no solo ha tenido mala suerte con las compañías, y eso que ha pagado bien por alguna de ellas. Encima, su principal sostén, que era el deportivo, empieza a flaquear. El año pasado era el descenso por mor del imperdonable fichaje de Juan Carlos Garrido, y en este, siendo como es el principal --pero utópico-- argumento de su proyecto de futuro, queda claro después del descalabro del domingo que bastante haremos con asegurar pronto la permanencia. Errores individuales y arbitrales al margen, el equipo siempre ha rendido por encima de sus posibilidades, y hasta esa tenue cortina ha dejado de cubrir las vergüenzas de tan pobre gestión administrativa.

Como tampoco eso es nuevo para este rincón de mis desahogos, confiero mayor gravedad al hecho de haber pasado de puntillas en la asamblea sobre la propiedad del club. El ex presidente David Cruz ha demandado a los autonombrados dueños por incumplir sus compromisos en el contrato de compra-venta, pero es que el primero ya tiene una sentencia en contra por idéntico motivo que devuelve la titularidad al grupo de Osuna. La reacción de Montesinos no ha sido perseguir la administración desleal que ha ampliado la ruina, si no una contrademanda para rebajar el precio a pagar, al tiempo que argüía que con la reducción de capital del inicio de su mandato se dejaba en mínimos el porcentaje de acciones en litigio, obviando arteramente que se aprobaba con una mayoría que en puridad nunca tuvo. Un galimatías jurídico que agranda, más si cabe, el insondable agujero económico y abre de par en par las puertas del desguace. Y mientras, en vez de una reparadora ampliación de capital, Montesinos quiere vendernos chatarra a precio de un coche de lujo que ni siquiera sabemos de quién es.

Dacapo con el inolvidable Soler. Me he cambiado de coche, pero imposible cambiar de equipo. Por mucho que desconozca quién es el dueño y por mucho que ladren aquellos que prefieren la felicidad de la ignorancia, la verdad nunca estuvo reñida con el amor al Castellón. Al contrario, hoy es su único sustento.  

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