Si ustedes se pasan hoy mismo por la pastelería de Lluís Oms, posiblemente vean menos tabletas del turrón que las que habitualmente elabora desde hace años. "Hemos confeccionado más de 70 cestas con turrones y hemos hecho más producción que nunca", detalla.

Hasta ahora, la venta de turrón ha sido como las demás, pero el año que viene no habrá más pastillas ni cestas, porque Lluís Oms se jubila tras más de 45 años de intensa actividad.

"Desde hace semanas, son muchos los clientes que me lo recuerdan a diario y me piden que siga haciendo dulces", comenta Oms. A pesar de la insistencia, y casi desesperado por las exigencias de los compradores, Lluís y su mujer, Tonica Valls, tienen claro que ha llegado el momento de disfrutar de la vida tras una carrera profesional llena de ilusión y sacrificios.

La pastelería elabora turrones desde casi toda la vida, pero "el boom llegó hace unos 10 ó 12 años", recuerda el maestro. La clave está en el uso de ingredientes de calidad, muchas horas de dedicación y una producción limitada, que cada vez traspasaba más fronteras. "Este año hemos tenido que hacer envíos a puntos como Barcelona, sobre todo por parte de médicos que han tenido a peñiscolanos como pacientes y que han probado estos turrones por el boca-oreja".

Al principio, se elaboraban sabores más tradicionales, como el de yema y, posteriormente, se fueron ampliando las variedades, como el de chocolate con licor de naranja, el pan de Cádiz, o, el más reciente, de Sokonusko. "Una variedad vasca a base de dos pralinés y cubierto de chocolate", detalla.

No obstante, el próximo martes 22, la pastelería cerrará sus puertas y no volverá a despachar sus celebrados dulces navideños. "Me dicen que podría montar algo más reducido para mantener la costumbre, e incluso hay quien se ha ofrecido a cederme instalaciones, pero voy a cumplir los 65 y es suficiente", explica el pastelero. A partir de su jubilación, Lluís dedicará más tiempo a aficiones como la fotografía o la restauración de muebles.