La ruta de los pesebres es uno de los atractivos de la Navidad de Benicarló. Desde que se creó el itinerario, más de una veintena de asociaciones y particulares abren sus casas y sedes e invitan a la ciudadanía a visitar los belenes que han confeccionado. Cada montaje tiene un sello especial, el que le imprimen con mimo sus creadores. Cada escena o diorama refleja la esmerada dedicación, creatividad y delicada labor que han invertido en su obra. Todos los pesebres tienen su encanto, pero el de Mariano Iborra y el de la Associació Betlemística Baix Maestrat-secció Benicarló tienen un valor añadido. Su particularidad es que reúnen en pocos metros cuadrados la historia de Benicarló.

El belén de Iborra es más que un viaje en el tiempo por un Benicarló en miniatura. Es una obra de arte que atesora los recuerdos de generaciones y que guarda intacta la capacidad de sorpresa y las sonrisas de los más pequeños, esos que, ojipláticos observan cómo los Reyes Magos avanzan hacia el altar mayor de la parroquia de San Pedro Apóstol para rendir culto al Cristo del Mar.

La escena, de un realismo hipnótico, puede verse también a través del rosetón de la fachada. La misma exactitud en el diseño se aprecia en el templo de Sant Bertomeu y en el que, al caer la noche, se ilumina hasta la estrella del campanario y voltean las campanas mientras el sonido de su repicar inunda la citada estancia. En la habitación contigua sigue la magia y junto a la ermita de San Gregorio, un enamorado obsequia la típica paperina a su amada. Unos centímetros más atrás se levanta el Mercat Vell. En el fondo, el pregonero, trompetilla en mano, se dispone a anunciar el bando municipal con su característica cantinela junto a otro añorado espacio de la plaçeta dels Peixets.