Es cosa de hombres. Una frase que se rompe en mil pedazos cada vez que Sarita vuela por encima de un morlaco de más de seiscientos kilos en uno de sus espectaculares recortes. No, no es cosa de hombres. El mundo del toro es cosa de alma, de instinto, de sentimiento y no hay sexos cuando se trata de pasión, como la que destila Sara Ávila, una castellonense conocida entre la afición por la pureza de las suertes que ejecuta cada vez que pone un pie sobre la arena.

La revista Bous al Carrer le dedicó recientemente su primera entrevista --de la mano de Alberto de Jesús y Javi González Viza--, porque Sarita, hasta el momento, se limitaba a ser torera de pies a cabeza, sin hacer alarde de ello más allá de las plazas. 

Sesión de fotos en Algimia

Y se abrió a los medios con una espectacular sesión de fotos en una finca de Algimia de Almonacid, con el toro Buenasombra de Sánchez de Ybargüen, propiedad del recortador Cristian Blanco. Un astado bravo que, debido a su nobleza, su propietario anterior le acariciaba desde fuera del cerrado y le daba comida con la mano y, poco a poco, el animal le dio confianza y tras el tiempo consiguió el milagro de dejar que las personas se le acerquen, le acaricien y hasta le monten encima. Un milagro de la naturaleza que llega a permitir estas relaciones siempre que las condiciones lo permitan.

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'Sarita' con el toro 'Buenasombra', en la finca de Algimia de Almonacid R.D.

Volviendo a Sarita, lo suyo tiene mérito, mucho. El romper con estereotipos y prejuicios desde la convicción de que solo calan si uno quiere y que no hay obstáculo que no se salve si no se intenta. 

Con 25 años y ya tiene mucho lidiado. A los 17 se plantó por primera vez delante de las imponentes astas de un toro y desde entonces, como remarcan de Jesús y Viza, no ha parado de crecer como torera. Dicen de Ávila que tiene la cabeza «muy bien amueblada», y que se sentiría «muy satisfecha» si sus logros se convirtieran en puertas abiertas de par en par a otras mujeres con su mismo espíritu.

"Se aprovechan para ponernos las cosas muy difíciles"

Sara Ávila - Recortadora

Ha vivido el año taurino en blanco por el covid-19 con tristeza, la que le genera comprobar «la ignorancia que hay hacia la tauromaquia y todo lo que la engloba». Además, explicó a sus entrevistadores que, desde su punto de vista, «se aprovechan para ponernos las cosas muy difíciles». Como a tantos y tantos aficionados, le preocupa la reactivación de los festejos porque de ellos dependen muchas familias y personas «que han salido perjudicadas» la actual crisis. 

Su afición no ha tenido pausa. Ha seguido entrenando, como cualquier atleta. «Creo que es necesario, hay que ejercitar reflejos, cuerpo y mente», afirma. Sabe que se juega la vida, y sabe que no sucumbir al riesgo depende muchas veces de la mentalización, de no confiarse en exceso, de no perder el respeto.

Sentir al toro

Confiesa en Bous al Carrer que le gusta «sentir como el toro te mira y te arranca desafiante», y define como «una explosión de júbilo» cuando nota el roce del animal en la espalda, «el costado en el quiebro o por debajo de mí». Emociones complejas, al límite, difíciles de compartir. «Se convierte en adictivo», dice.

Una frase popular dice que de casta le viene al galgo, y ella vive así los bous porque lo ha heredado de su padre, José Antonio Ávila, a quien admira. A él le debe, asegura, lo aprendido. Y una de sus lecciones es que «nadie es más que nadie y el único que te da o te quita es el toro», y el género de quien se pone enfrente es lo de menos. «No permitiría que nadie me trate diferente por ser mujer, el toro no lo hace, embiste con las mismas ganas»