Burriana cumplió con su cita de levantar las espadas en alto con motivo de la arraigada tradición de Sant Nicolau. Durante la mañana de este lunes fueron numerosos los vecinos que recuperaron esta festividad, tras un año sin poder reunirse a causa del obligado parón por la pandemia del covid-19. Fieles a la costumbre, no faltó el copioso almuerzo, a base de longaniza de cerdo, además de entonar el popular soniquete que hace mención al santo.
El organizador del evento gastronómico, Vicent Melchor, explica que el origen de la fiesta es bastante remoto, pero que las crónicas de un autor local recogen que «los niños solían entablar batalla con sus espadas en la calle, por la tarde se iban a merendar a parajes como la Bota, el Molí del Arrós o el Clot de la Mare de Déu y regresaban a casa cantando la canción popular».
Y así la historia se ha transmitido de generación en generación hasta estos días y, por eso, son muchos los grupos de amigos que aprovechan el 6 de diciembre para reencontrarse y recordar con alegría anécdotas infantiles.
Al parecer, muchos de los elementos que se conservan de esta celebración hacen referencia a ancestrales disputas entre musulmanes y cristianos, como refleja la tonadilla que entonaron al unísono los asistentes: «Sant Nicolau, santo bendito, confesor de Jesucristo, viva el Rey, muera el gallo, cuatrocientos para el caballo. Tris-tras, llonganissa menjaràs. Tris-tras o en la espasa moriràs».
Fue el propio Melchor, vestido del popular obispo, quien tomó la palabra para exponer todos estos datos para que los presentes comprendieran un poco más toda esta costumbre, no sin antes ofrecer unos momentos de silencio en memoria de todos aquellos que ya no están por el coronavirus.
En definitiva, una jornada muy especial para confraternizar alrededor de la mesa y pasar el testigo a los más jóvenes para que este clásico de la ciudad no desaparezca en el tiempo.