¿Qué ver en Castellón? Esta es una de las preguntas más socorridas por turistas y autóctonos para disfrutar de unos días de asueto en la provincia. Sin miedo a equivocarse, una de las respuestas obligadas es la siguiente: El Jardí de Peter, en la Pobla de Benifassà. Muchos son los motivos para recomendar este recóndito mundo onírico formado por animales, figuras humanas y demás esculturas creado por Peter Buch, pero para descubrirlos lo mejor es adentrarse en él con la mirada de un niño.  

Los pequeños y no tan pequeños de la casa verán volar su imaginación descubriendo las coloridas obras confeccionadas con todos los materiales que caen en las manos del artista alemán, que ha entregado su vida a este proyecto. Y es que ha pasado 30 de sus últimos 83 años levantando prácticamente en solitario este parque de atracciones del arte situado en pleno corazón del Parque Natural de la Tinença, el vergel de Castellón.

No esconde Peter Buch que una de sus inspiraciones para inventar este mundo irreal se encuentra en el Parque Güell de Barcelona. Los paralelismos artísticos con el mundialmente conocido parque de Gaudí saltan a la vista, pero que nadie espere encontrar en el Jardín de Peter un puesto con palomitas, gofres o imanes. Esto es otra cosa, mucho más humilde y personal. 

El alemán compró la parcela de tres o cuatro hectáreas cuando se mudó a este coqueto pueblo y de motu proprio comenzó a levantar el proyecto basándose en el arte de aprovechamiento. “Los materiales los saco de la basura, de lo que me dan los vecinos y algunos los compro en una tienda que está aquí cerca”, admite el protagonista de esta historia, que cuenta con recursos muy limitados: “Solo cobro 100 euros al mes que me paga de pensión el Estado alemán. Nada más”.

"Lo opuesto a Formentera"

¿Y de qué vive este hombre? Pues de los visitantes, a los que pide solo 3,5 euros por entrada. Asegura Peter que no ha recibido ni un solo euro por parte de ninguna administración. Ojo, tampoco los busca: “Yo lo que quiero es que me dejen tranquilo”. Añade el octogenario alemán que su particular jardín “está construido en la montaña y si quisieran molestarme podrían hacerlo porque no sé si es muy legal lo que hago”. Lo cierto es que tanto las instituciones como los vecinos están más que agradecidos a la labor de este auténtico ‘hippy’ que cambió las playas de Formentera por las montañas de la Tinença: “Allí la isla se me quedaba pequeña y La Pobla es lo contrario que Formentera. Aquello se llenó de turistas, todo se volvió muy caro y un amigo, el galerista inglés Ivan Spence, me recomendó este sitio. Aquí me vine y aún no me he arrepentido. Es lo más alejado de la vida moderna que encontré”.

En todos los folletos publicitarios, mapas y reportajes de la Tinença de Benifassà se detienen como es lógico en el Jardí de Peter, una de las atracciones más visitadas de la zona. “Vienen todos los años de 3.000 a 4.000 personas. La cifra va aumentando”, destaca orgulloso el creador, que con su imperturbable sentido del humor añade al respecto: “Por suerte no vienen juntos porque no cabrían”. 

Así le ven sus vecinos

“Todos los huéspedes lo visitan. Es una suerte que viniera”, admite Sergio Cervera, que cuenta con un popular alojamiento rural en Ballestar, el pueblo vecino. “En el pueblo nos viene fenomenal; nos trae mucha gente. Su trabajo es impresionante”, añade Alex, propietario del restaurante La Morena en La Pobla. 

Peter Buch, que emigró siendo joven de su Fránkfurt natal para poner dirección a París, posteriormente Formentera y por último, el norte de Castellón, sí reconoce que siente falta de reconocimiento por parte del mundo cultural: “Aquí no ha venido nadie con corbata del mundo de la cultura. Los que vienen son gente trabajadora, visitantes que disfrutan del parque y con sus palabras ya me siento satisfecho”.

Tiene motivos para estarlo, pues su mundo de seres mágicos entre las montañas ha generado, genera y generará ilusión entre residentes y turistas, ya que el futuro del parque está asegurado en la figura de su hijo Orson: “También es artista y le gusta esto. Viene una vez al año más o menos porque tenemos casa en el pueblo, aunque a veces también me quedo aquí mismo”. Peter descubre que en una de las casas del mismo parque cuenta con cama, cocina y ¡hasta una televisión con parabólica para ver canales en alemán!

El Jardí de Peter tiene primos hermanos repartidos por el mundo, pues en la frontera entre el Lacio y la Toscana, en el corazón de la Tuscia a sólo 45 minutos en coche del Puerto de Civitavecchia y a 1 hora de Viterbo se encuentra el fantástico Jardín del Tarot, ideado por la artista franco-estadounidense Niki de Saint Phalle. El Jardín, abierto al público en 1998, se encuentra sobre la vertiente sur de la colina de Gravicchio, en Capalbio y ocupa una superficie de unas 2 hectáreas.

En Francia, concretamente en Chartres, se encuentra la casa Picassiette o casa de los mil trozos, famosa obra de arte naif realizada en el siglo XX por Raymond Isidore, y hoy en día declarada monumento histórico. Las paredes, los suelos, los techos y el mobiliario de la casa están adornados con loza, trozos de vajilla y mosaicos de vidrio. Isidore también decoró su jardín y construyó una capilla y una tumba.

El artista afincado en La Pobla de Benifassà destapa que este proyecto surgió “casi como un accidente. Yo era pintor, me ganaba la vida vendiendo cuadros, y cuando vine comencé a hacer esculturas y pinturas en la montaña. Algunos venían a ver qué había aquí y después de 10 años decidí abrirlo al público, pero lo había planteado para esto, era solo para mí”.

A sus 83 años, el alemán no ha detenido su producción artística, aunque sí admite que esta es menos prolífica debido a su edad: “Con 50 años iba más rápido que ahora, pero mientras esté vivo no quiero parar. Esto es lo que me gusta y en la naturaleza me siento fuerte”. Y nosotros que nos felicitamos y le felicitamos por ello.

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