El retrato íntimo, personal y reivindicativo de Paula Becker

¿Puede uno enamorarse de una obra de arte? Por supuesto. ¿Y puede uno obsesionarse con su autor o autora? Claro que sí, hay numerosos ejemplos de ello, como el de Marie Darrieussecq con la artista de origen alemán Paula Becker, o Paula Modersohn-Becker, o Paula Becker-Modersohn, o simplemente Paula, pues era ella un alma libre que no necesitaba del apellido del padre, ni del marido, para ser alguien. Una artista que rompió barreras, la primera mujer en pintar un autorretrato desnuda (aunque algunos digan que fue Florine Stettheimer y otros Artemisia Gentileschi), la primera mujer a la que dedicaron un museo propio (en Bremen), una artista ensalzada por muchos, vilipendiada por los nazis (que consideraron su arte como «degenerado»), amiga de Rilke. Una artista que falleció pronto, demasiado pronto, a causa de una embolia pulmonar a las dos semanas de dar a luz a su hija, Mathilde.

En Estar aquí es espléndido (errata naturae), Darieussecq ofrece un relato personal sobre algunos de los momentos de la vida de Becker, alternándolo con su propio relato, pasional e íntimo, sobre cuánto significó para ella descubrir su figura, hasta el punto de querer convertirse en una especie de adalid de la misma, preguntándose cómo es posible que no goce de mayor relevancia, por ejemplo, en Francia, donde pasó varios periodos de su vida, estudiando y conociendo a artistas de la talla de Rodin o Monet. Y la autora francesa contagia su entusiasmo, su pasión y también algún que otro lamento gracias a su capacidad narrativa evocadora.

Ciertamente, el lector viaja a través de estas páginas geográfica y emocionalmente hasta verse acompañado por aquellos grupos o colonias de artistas de Worpswede y París, convirtiéndose asimismo en testigo de los encuentros de la propia Becker con Rainer Maria Rilke, con quien mantuvo una relación de amistad estrecha pero a ratos chocante. Darieussecq logra una capacidad de inmersión total y absoluta siguiendo la estela de otros autores que admiro profundamente —como son Pierre Michon o Pascal Quignard— y que hacen de la novelización de una biografía todo un arte. Sí, así es, la autora francesa ficciona, basándose en las cartas y otros libros y documentos, la vida de Becker de un modo cercano, casi poético, poniendo algunos puntos sobre las íes y reivindicando su figura, haciendo especial hincapié en la audacia que demostró al desafiar la representación «clásica» del cuerpo femenino en el arte. Sus retratos de mujeres, de niñas, de embarazadas, de madres dándole el pecho a sus bebés, cambiaron la forma de mirar, de entender el arte, pues lo que hizo fue humanizarlo.

Paula M. Becker rompió más de una lanza en pos de la independencia de la mujer. Su arte, durante demasiado tiempo olvidado, poco a poco resurge, y lo hace con fuerza. Su testimonio, su voz, llega a hacer de faro, indicando el camino para que otras mujeres puedan expresarse libremente y alcanzar el reconocimiento que merecen. Una lectura que ha sido un auténtico hallazgo.