El juego de palabras de sencillo parece ineludible. Volver a Canfranc es el título de la primera novela que Rosario Raro (Segorbe) escribió con la editorial Planeta y, siete años después, la misma autora ha vuelto al mismo lugar con la misma editorial, pero con una historia completamente nueva, El cielo sobre Canfranc. La única pero gran coincidencia es un escenario que ya forma parte de su vida.

¿Era inevitable que Rosario Raro volviera a Canfranc?

Ha sido anunciarlo y se ha desatado el entusiasmo, lo que prueba que había muchas ganas de más Canfranc. Cuando en el 2015 salió la novela anterior habría tenido relativamente fácil escribir una segunda parte, pero no era lo que necesitaba como autora. En aquel momento, decidí escribir La huella de una carta, que fue una experiencia completamente distinta. Volver a Canfranc me hizo crecer como escritora y, con La huella de una carta, crecí como persona.

Pero, ¿qué le une a ese escenario para sentir la necesidad de volver una y otra vez?

Debe de ser por el magnetismo de la estación. He hecho algún experimento de escribir microrrelato y siempre me salían ambientados allí. La verdad es que nunca me había ido. Y confieso que ha influido mucho que hayamos estado tantos meses encerrados por la pandemia, que fue cuando estuve escribiendo El cielo sobre Canfranc. No poder salir me dio la opción de escoger dónde quería estar y el respirar, aunque fuera de forma ficticia, el aire de los Pirineos hizo que se me borraran las paredes.

«Dónde fueron a parar los millones anunciados para la reconstrucción del pueblo de Canfranc es el sustrato de esta nueva historia»

Pero es que además, la novela anterior sigue dándole alegrías.

Así es han pasado 7 años y sigue vendiéndose, ya hay más de 15 ediciones, lo que ha sido un gran respaldo. Además, hace poco, las rutas basadas en la novela fueron premiadas como la Mejor Iniciativa Turística de Aragón del 2021. Todo lo que gira en torno a la ruta literaria, el viaje teatralizado en tren... es un escaparate inmenso.

Y aun así, decide escribir una historia distinta, no una segunda parte para aprovechar ese éxito.

Soy espectadora de series que tienen buenísimas primeras temporadas con argumentos que te atrapan, que te hacen sentir como una inmersión, y cuando llegan nuevas temporadas te das cuenta de que han tratado de alargar la historia sin escribir más argumento. Yo no quería seguir tirando del hilo. Quería una historia nueva, ambientada en la Segunda Guerra Mundial como periodo clave de la estación y para Canfranc. Es autoconclusiva, empieza y acaba en sí misma y la mayoría de los personajes son nuevos.

¿La mayoría? ¿Quiere decir eso que reconoceremos a alguien?

Sí. Valentina, la joven que ayudaba a Hanna de Lerma en Volver a Canfranc es la protagonista de la nueva novela. Era una oportunidad para hablar sobre las distintas generaciones de mujeres de este país. El sueño de Valentina es ser maestra porque su madre no lo pudo conseguir pese a desearlo.

Portada de la nueva novela de Rosario Raro, 'El cielo sobre Canfranc'.

¿Qué nos cuenta entonces ‘El cielo sobre Canfranc’?

Pues me ha salido una historia más de amor, porque es mi manera de expresar simbólicamente ese idilio que mantengo con la comarca de la Jacetania y los otros territorios en que transcurre la trama. Cuento la historia de un paracaidista alemán que estuvo en Canfranc y me centro en las circunstancias que vivieron los alemanes en España durante los primeros años de la dictadura. El gobierno franquista, en ese contexto bélico, se bañaba y guardaba la ropa, no se casaba del todo con nadie, lo que condicionaba también la vida de los españoles que estaban en ese lugar en esa época. Y en todo lo que sucede tiene un peso muy importante el incendio de Canfranc pueblo, que está a unos 4 kilómetros de la estación en dirección a Jaca. Me interesaba contar una historia que no es nada conocida, pero que es escandalosa.

De nuevo un episodio histórico controvertido que se convierte en argumento de uno de sus libros.

Podría decirse que es marca de la casa Raro. Creo que se trata de que las novelas tengan un marcado componente social, que no escribamos por escribir, debe servir para algo. Una novela puede sacar a la luz hechos reales que, por determinados intereses, nos han ocultado. Y me pasa mucho que después de la publicación, cuando recibo las palabras de los lectores, no son pocos los que me dicen que no tenían ni idea de que había sucedido algo así. Si sirve para eso, el objetivo está cumplido.

¿Y cómo llega esa parte del pasado oculto bajo la alfombra?

En las presentaciones de libros, a veces los lectores cuentan historias muy interesantes. En este caso, el interrogante que quedó abierto es por qué nunca se reconstruyó el pueblo de Canfranc por iniciativa gubernativa. Pasadas las décadas desde el incidente, cada uno, a título individual, consiguió levantar su casa. Cuando supe lo que pasó y fui consciente de que era un lugar con tanta relevancia histórica desde la Edad Media, nació la necesidad de saber. ¿Dónde fueron a parar los millones anunciados para la reconstrucción? Empecé a indagar en archivos, en el NODO, ese informativo tan alejado a la realidad de España, en hemerotecas... todo ese material fue el sustrato para contar una historia emocionante.

Para Canfranc es, sin duda, su mejor embajadora. ¿La literatura la ha convertido en una segorbina medio aragonesa?

Es mejor tener dos corazones que uno. Me siento muy de Segorbe, estoy muy bien en Castellón, pero mi relación con Canfranc... Me gustaría que este idilio que estoy viviendo fuera eterno. Allí me siento muy bien acogida y comprendida. Contribuye mucho contar con la complicidad de los verdaderos protagonistas de las historias que estás contando.

Abril es el mes. Regresa a Canfranc. ¿Solo ha cambiado la historia?, ¿o su manera de vivir el estreno también ha evolucionado?

El vértigo es exactamente el mismo, porque cada vez es un nuevo comienzo. Ahora tengo entre manos las galeradas para hacer la revisión final. Siempre espero que si he considerado durante todo el proceso que era una historia interesante que valía la pena contarla, que los lectores lo vivan de la misma hora. Me daré por muy satisfecha si logro que cada lector se sienta allí, que compartan las calles y el pueblo con los protagonistas. Es inevitable vivir ese proceso con mucha emoción.