Música

Las últimas imágenes de Nino Bravo

El 13 de abril de 1973 Martín J. Louis realizó la última sesión fotográfica del cantante valenciano antes de morir

Nino Bravo en la firma del contrato de representación del dúo Humo el 13 de abril de 1973.

Nino Bravo en la firma del contrato de representación del dúo Humo el 13 de abril de 1973. / Martín J. Louis

Voro Contreras

El 13 de abril de 1973 Nino Bravo acudió con su flamante y nuevo BMW 2.800 automático al Aeropuerto de Manises para recoger a Martín J. Louis, el fotógrafo que un año antes había “fijado” la imagen del cantante como un “crooner” serio, formal y pop en la portada de 'Mi tierra', el cuarto LP del artista valenciano.

En esta ocasión, Martín volaba desde Barcelona, donde tenía su estudio, a València para realizar las fotografías que debían acompañar un reportaje sobre Nino Bravo para la revista Popular 1 que dirigía Jordi Serra i Fabra. La idea era también aprovechar algunas de esas fotos para 'América, América', el siguiente single que tenía pensado publicar el artista de Aielo de Malferit. La canción ya apareció de forma póstuma y aquella sesión fue la última que protagonizó Nino Bravo, que moriría en un accidente de tráfico solo tres días después.

Alergia a la pose

Darío Ledesma cuenta en su libro 'Nino Bravo, voz y corazón' que Nino y Martín J. Louis (pseudónimo utilizado por el segoviano José Luis Martín Frías), se habían conocido en 1972 cuando el fotógrafo luchaba por hacerse un nombre en la industria musical, capturando imágenes para las portadas de discos de distintos artistas y grupos.

Entrevistado por Ledesma en 2008, Martín recordaba a Nino Bravo como “un personaje tímido” al que no le gustaba mucho que le fotografiasen porque “quedaba muy mal”. “Digamos que, a pesar de que en directo lo hacía muy bien, la cámara fija le daba un poco de “yuyu””.

Tal como recoge la biografía oficial de Nino Bravo, las fotografías para 'Mi tierra' se realizaron en dos lugares de su casa: frente a un colorido mural con motivos otoñales junto a la entrada, y en una sala anexa al salón adornada con papel mural de color amarillo. “No es que él no se viera fotogénico”, rememora Martín. “Lo que ocurre es que él tenía una cierta "alergia" a la pose. Yo no sé cómo se vería Nino. Creo que, en el período anterior a mis fotos, no se gustaba cómo quedaba”.

Fotos de interior

Frente a las habituales fotos del artista posando en exteriores, Martín apostó por fotos de interior y con la luz muy cuidada. “Lo hacíamos siempre en València, porque yo tenía el estudio en Barcelona y él no quería hacerlo allí. Por eso yo trasladaba mi estudio, mi plató, a su casa. Casi todas las sesiones las hicimos allí”.

El cantante quedó tan contento con el resultado de aquellas primeras sesiones que pidió a su discográfica que fuera siempre Louis quien le fotografiara en el futuro.

“A él le resultaba muy grato que, cuando le fotografiara, estuviera fuera de lo que es la pose directa, excepto cuando hacíamos estudio y material muy específico para la portada. En este último caso sí le pedía que mirara a cámara. Además, él era muy profesional, se tomaba las sesiones tremendamente en serio. Te puedo asegurar que, con todos los artistas que he fotografiado, la mayoría no se tomaban para nada en serio las fotos”, recordaba el retratista segoviano.

Un restaurante polinesio en València

Volviendo a aquella jornada del 13 de abril, Martín J. Louis recordaba en su entrevista con Ramiro Ledesma que, después de que Nino le recogiera en el aeropuerto de Manises, fueron directamente Brani, las oficinas desde las que Nino Bravo gestionaba su carrera. Quería aprovechar la presencia del fotógrafo para que capturara algunas instantáneas del dúo Humo, los dos jóvenes con los que el cantante quería inaugurar su propio sello discográfico.

Martín fotografió a Nino firmando el contrato con los 'Humo' Miguel y Fernando, los dos jóvenes que acompañaban al cantante en el coche con el que sufrió el fatal accidente en el que murió el cantante. A continuación, Nino y Louis se desplazaron al restaurante polinesio Krakatoa, ubicado en la plaza del Colegio del Patriarca, donde el artista posó ante la cámara vestido de terno marrón y con una expresión más seria que la usual, tal como señala Ledesma.

Al salir del restaurante comenzaron la búsqueda de nuevos escenarios para continuar la sesión fotográfica, hasta que llegaron a un campo en las afueras de la urbe. “Recuerdo que esa sesión fue muy larga, ya que fuimos con su coche localizando exteriores”, explicaba Martín. “Él me llevaba a sitios que le resultaban atractivos y creo que elegimos tres o cuatro localizaciones”.

Conversación con el pastor

“En el campo realizaron las que serían las últimas fotografías en vida del cantante -escribe Ledesma-. Un Nino Bravo sencillo, humilde y campechano, sin rastro de la aparatosidad ni solemnidad de cualquier otro artista en su situación”. Durante la sesión, apareció un rebaño de ovejas conducido por un pastor, que no tardó en pegar la hebra con el cantante.

“Me sorprendió mucho lo del pastor y las ovejas. Estuvieron un largo rato conversando. Aquello me asombró porque Nino y el pastor, aparentemente, tenían pocos puntos en común, pero me pareció muy bonito que un artista ya encumbrado tuviera una comunicación tan buena con alguien como el pastor. El pastor lo conocía, por supuesto, porque todo el mundo conocía a Nino en València. Estuvieron mucho tiempo hablando y yo fui tomando fotos mientras se sucedía la conversación”, recordaba Martín.

Un coche que no era para correr

Una vez terminada la sesión, Nino y Martín se fueron a comerse una paella y estuvieron hablando un buen rato antes de que el fotógrafo partiera de nuevo en avión hacia Barcelona. “Le brillaban los ojos al hablar sobre la discoteca Julio Verne y se confesaba feliz por ser uno de los pocos profetas en su propia tierra. Martín agradecía la simpatía y confianza de las que hacía gala Nino para compartir con él sus más profundos pensamientos”, escribe Ledesma.

“Estaba muy alegre con su nueva adquisición: un BMW 2.800 automático”, relata por su parte Martín, que ese día también fotografió a Nino con el vehículo que acababa de comprar. “Él no quería un coche para correr, sino uno familiar… Le noté contento, como nunca, por haber alcanzado la cumbre del éxito. Aunque preocupado, pues a partir de 1974, sólo estaría en España unos tres meses... Luego debería marcharse a América. Tenía desde ahora gran cantidad de contratos. Eso le haría apartarse nuevamente de su familia”.

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