El Celta pagó unos primeros minutos de despiste defensivo marcados por un intenso respeto a los nombres de rival, con más disposición a pedirles un autógrafo que a meter la pierna, y sufrió una derrota que acentúa las incógnitas sobre la capacidad actual del conjunto de Lotina.

Cada vez que Ronaldo o Raúl encaraban a los defensas célticos, a estos les entraba el tembleque, por lo que los madridistas pudieron manejar el balón cerca del área con más facilidad de la prevista. De esta manera llegó el gol de Ronaldo, en un balón que se le permitió controlar a Raúl con toda calma. La suerte en el tiro, que golpeó en un celeste, complicó el despeje de Cavallero, y Ronaldo estuvo al quite para marcar.

Con un trabajo bien escaso, el Madrid consiguió ponerse por delante. Tan sólo Gustavo López daba réplica en un Celta muy acogotado y al que le costó muchos minutos salir de su letargo.

Poco a poco, el equipo de Lotina fue creyendo en sus posibilidades e incrementó su acoso sobre la meta de Casillas, trenzado jugadas de mérito, pero sin la capacidad necesaria para definir.

En la segunda parte, el Celta se siguió gastando en una inútil batalla que tenía muchas dificultades para ganar dada su inoperancia en los metros finales. Así, al Real Madrid le bastó con controlar y no perder el sitio en defensa. De esta manera, las únicas opciones de los vigueses llegaron a balón parado, aunque sólo una cabeceada por McCarthy desde muy cerca obligó a Iker Casillas a realizar la parada de la noche.

En los compases finales, los celestes perdieron la fe ante su propia negación y el Madrid dispuso de alguna ocasión para dar la puntilla, pero sin aprovecharlas.