Botánico no falló. La hinchada albinegra se reunió en la sala de la calle Lagasca para convertirla en una reproducción a pequeña escala de Castalia. Cerca de 1.000 sufridores llevaron en voladas a los suyos desde la distancia, con un nexo de unión mental.

La tarde-noche tuvo momentos tristes... pero sobre todo de pasión. Poco antes de iniciarse el choque, la zona colindante a Botánico era un hervidero de coches. Encontrar aparcamiento era casi misión imposible. Como si de Castalia se tratase, la hinchada castellonense lucía sus bufandas, gorras y camisetas, y los gritos y cánticos se sucedieron, con el Buitre como líder de excepción.

Poco duró la alegría en Botánico, ya que el Pontevedra se mostraba respondón y se adelantaba por dos ocasiones en el marcador. Incluso le anularon un gol. Entre cerveza y cerveza, todo parecía que acabaría en tragedia. Pese a ello, los aficionados albinegros no cesaron en cantar el Pam, pam, orellut. La ilusión era lo último que se tenía que perder.

Con 2-0 se llegaba al descanso, y todos temían que llegara la primera derrota. Pero apareció --¡cómo no!-- Salillas en plan salvador, y en tres minutos devolvió la ilusión. El segundo tanto, de penalti, se vivió con mucha tensión. Los cánticos coreaban el nombre del goleador maño antes del lanzamiento... "¡¡¡Gol!!!". A partir del 2-2, los cubatas ayudaban a paliar el sufrimiento... y valió la pena. La afición se fue contenta a casa.