La pregunta del millón anoche en el estadio olímpico de Atenas, lleno por primera vez para ver a alguien que no apareció, Ekaterine Thanou, era de dónde ha salido y quién es la mujer más rápida del mundo. Pues se trata de la desconocida velocista bielorrusa Yuliya Nesterenko.

El público griego, que tenía comprada la entrada antes de que estallara el escándalo Kenteris-Thanou, acudió en masa a ver la final de las ausencias. Sin Kelly White, la última campeona del mundo del hectómetro; sin Marion Jones, ensombrecida por el caso Balco; y sin su hasta hace una semana admirada Thanou, la final de 100 metros estaba anoche más abierta que nunca.

BIOGRAFÍA ESCUETA Ganó Nesterenko con 10.93, una atleta tan pálida como la griega expulsada de los Juegos Olímpicos. Nesterenko era una velocista desconocida hasta anteayer, incapaz de correr por debajo de 11.40 hace tan sólo un año. Superó por tres centésimas a la estadounidense Lauryn Williams, de 21 años, la nueva generación que toma el relevo de White, Jones y compañía tras los escándalos que han sacudido a los esprinters de este país.

La biografía que ofrece la organización de Nesterenko es sospechosamente escueta para tratarse de toda una campeona olímpica: un bronce en los 60 lisos en el Mundial en sala de este año en Budapest. Y sólo ha corrido cuatro veces por debajo de 11 segundos. Curiosamente, en los cuatro hectómetros que ha disputado en Atenas para alcanzar el oro. Nada más, y nada menos.

MÁS POLÉMICA Y en la categoría masculina, otro caso de presunto dopaje. El velocista griego Christoforos Hoidas no se presentó anteanoche a un control en la villa Olímpica y está siendo buscado por el COI. Ayer no apareció para disputar su serie de 100 metros. El jefe del equipo olímpico griego, Yanis Papadoyanakis, presentó su dimisión, que no fue aceptada.