Lejos de menguar, la tensión entre Juan Román Riquelme y su entrenador, Manuel Pellegrini, es cada día que pasa más incómoda. Ayer se vivió el último capítulo de esta historia de desencuentros. Por si alguien tenía alguna duda de qué ocurriría con el jugador argentino en la próxima jornada de Liga, en la visita a San Mamés, ayer se disipó cualquier incógnita: el Mago tendrá que ver el Athletic-Villarreal por la televisión.

Riquelme, como el resto de sus compañeros de equipo, fue puntual a la cita en la Ciudad Deportiva. A la hora en punto, las cuatro de la tarde, jugadores y cuerpo técnico saltaban al campo de entrenamiento de la Ciudad Deportiva. Solo una diferencia. Mientras todos iban calzados con las botas, preparados para iniciar la sesión, Román lo hizo con chanclas. Estaba claro que su intención era la de no participar en el entrenamiento. Tras la charla de 20 minutos monopolizada por Pellegrini, el argentino tomó el camino de vuelta a los vestuarios.

¿Problemas físicos?

La versión oficial de la baja de Juan Román Riquelme es una sobrecarga en el aductor de su pierna derecha, una dolencia incomprensible si se tiene en cuenta que el futbolista no ha estado ni siquiera convocado en los dos últimos partidos --ante el Valencia en Liga y el de Copa del Rey en Valladolid--. Más que unos problemas físicos que, como mínimo, merecen el beneficio de la duda, parece que la ausencia de Román Riquelme en el entrenamiento de ayer no es más que el producto de una relación totalmente rota con su entrenador, con el que ni siquiera quiere ya cruzar la mirada, y viceversa.

Del último contacto cordial en público entre la estrella amarilla y su entrenador ya ha pasado más de un mes. Entonces, Pellegrini felicitaba a Román por su nueva paternidad. Por aquellas fechas, finales de noviembre, el distanciamiento ya era un hecho, pero se guardaban las formas. Ahora mismo ninguno de los dos disimula. Su desamor ya es público.