No hubo récord. El Valencia aspiraba a conseguir la séptima victoria consecutiva en Liga para establecer una nueva plusmarca personal, pero se encontró con un renacido Betis que truncó su racha. Y eso que lo tuvo al alcance, tras confirmarse los augurios de Luis Fernández, quien avisó de la peligrosidad che cimentada en su verticalidad y rapidez, pues David Villa puso a su equipo con ventaja tras culminar una eléctrica acción colectiva. Era el segundo tanto del asturiano en otras tantas jornadas y la confirmación de que ha recuperado su olfato cara a la portería contraria.

Cuando todo marchaba con el viento a favor para los valencianistas apareció un jugador con poco gancho mediático, pero tremendamente efectivo y necesario para cualquier equipo. El brasileño Robert, el jugador que tanto echó de menos Irureta antes de ceder su puesto a Luis Fernández, fue el verdugo de los che. Él, con la colaboración del exvalencianista Xisco y un posible fuera de juego en el primero, fue el autor de los dos tantos del Betis, dos goles que permiten a los verdiblancos salir de los puestos de descenso.

Villa y Robert pusieron la salsa del fútbol (los goles) al encuentro, Joaquín el toque de emotividad (aunque solo jugó 10 minutos) y Doblas la desesperación por partida doble. En la afición local, por lo poco ortodoxo de su estilo; y en los jugadores del Valencia, porque evitó tantos cantados, como el que rozó Vicente tras un zurdazo cruzado que fue a estrellarse en el palo (acción a la que dio réplica Xisco con un chut al travesaño), o como el que tuvo Silva, que falló ante el portero.

Al final tuvo que ser la jugada tonta de la noche, la que protagonizó David Albelda con su inocente penalti a Capi, la que desequilibró un partido que pintaba muy bien para los de Mestalla.