El 0-3 ante el Levante fue un palo muy duro para Fernando Roig. El presidente se reunió tras el partido con su hijo, el responsable de la gestión del club, y con José Manuel Llaneza, cuya opinión sigue contando mucho en el Villarreal. De puertas para fuera se hablaba de destitución o ultimátum a Juan Carlos Garrido. De puertas para dentro solo se escuchó la tesis del técnico y se analizó entre los tres miembros de la Santísima Trinidad que dirige el Villarreal los motivos que han desencadenado en esta situación.

Roig sabe que Garrido es un hombre con un carácter cuanto menos especial. Lo sabe él y lo saben todos los jugadores que componen la plantilla y el cuerpo técnico del club. Hablamos de un hombre impetuoso, un tanto nervioso y que en ocasiones carece del tacto necesario. Forma parte de la personalidad del entrenador. El presidente maneja esa información y la almacena en su disco duro. Pero continúa la recopilación y el análisis. Llega la cara Garrido entrenador y profesional del fútbol. Roig es consciente de que su capataz vive por y para el Villarreal, y es un hombre de club entregado a la causa. Entre jugadores y cuerpo técnico también existe unanimidad en reconocer que ante sí se encuentra un entrenador que motiva al máximo al jugador, que trabaja bien en los entrenamientos, estudia hasta el más mínimo detalle del rival y, con equivocaciones y aciertos, sabe lo que se lleva entre manos. El presidente codifica, piensa y toma una decisión. Igual que aquella noche en la que varió su decisión inicial de destituir a Pellegrini y por la mañana apostó por su renovación. Garrido continuará pase lo que pase.

En Madrid opta por coger el toro por los cuernos. Después de la derrota por 3-0 baja del palco deprisa y corriendo y se mete en el vestuario del Bernabéu acompañado de su hijo y Llaneza. Su mensaje es conciliador pero contundente. Les dice a sus jugadores que todos son responsables de lo que está pasando y que entre todos lo van a sacar adelante a partir del sábado ante el Rayo. Y les deja claro en la caseta que el entrenador es y seguirá siendo Garrido.

En el interior del vestuario ya se habían movido hilos. Sí, porque en esa caseta existe un grupo de líderes positivos como Diego López, Ángel, Senna, Gonzalo, Bruno, Borja Valero, Marchena o Rossi que ya se habían puesto manos a la obra para tirar del carro del vestuario. En esa dirección marchan un grupo de jóvenes integrado por Catalá, Musacchio, Mario, Marco Ruben o Joan Oriol. “De esta situación solo podemos salir nosotros y hay que hacerlo ya”, se comentó a la vez que se cerraba filas alrededor del entrenador.

Luego llegó la grave lesión de Rossi y los duros varapalos de las bajas de Cani, Marco Ruben y Senna, junto con la duda de Camuñas para la visita del City.

Fernando Roig se marchó tremendamente disgustado del Madrigal el sábado y eso que se había ganado al Rayo. No fue el único. Las protestas ante los cambios obligados que tuvo que realizar Garrido, la actitud de un sector de la grada y los pitos que recibió De Guzmán no son la mejor forma de ayudar a un Villarreal que atraviesa por un delicado momento. Demasiados problemas como para mantener un referéndum constante en el Madrigal, del que están sacando partido los rivales. ¿Juega en casa el Villarreal? Y ahora viene el problema. Este Villarreal necesita sumar cuanto antes los 42-43 puntos que sellan su permanencia. Y el club busca un relevo para Rossi, porque las lesiones le han dejado sin delanteros, pero solo puede buscar en España hasta el 1 de enero. Las opciones son escasas. Ahora la única papeleta a introducir en la urna no es Garrido sí o Garrido no, es la hora de votar Villarreal. No entiendo tanta crispación. Y les confieso que si no cambia el clima, empezaré a preocuparme de verdad. Para quien suscribe, es el momento más difícil de los últimos años. H