Ocho cambios u ocho rotaciones, como quieran. Lo cierto es que lo que vimos ayer en el Madrigal no aparca el debate sobre la dosificación de esfuerzos. A Marcelino no le faltan razones para argumentar sus decisiones. Todas ellas de peso. La intensidad del calendario, el peligro de las lesiones y la confianza plena en una plantilla muy joven forman parte de ese abanico de argumentos.

Lo cierto es que, pese a todo, las cosas no ruedan igual. El Villarreal ayer se mostró voluntarioso, con ganas y con ocasiones claras en una primera parte en la que mereció la ventaja en el marcador. Pero las cosas son como son.

Bien sea por el guión previsto, o por los momentos de gracia, lo cierto es que al final el equipo logró el gol con los cambios. Solo hay que fijarse en la diana de Vietto. El jueves, los disparos de Uche (excepto uno), todos al portero. Ayer, ni Moi ni Gerard encontraron la portería, mientras que el argentino, en su primer y único remate, encontró el fallo del portero eibarrés. El cambio de piezas, volviendo a los argumentos del míster, está bien, pero quizás con un poco más de equilibrio para mantener el nivel de acierto.

La victoria ante el Eibar, aunque por la mínima, importantísima para mantener la ventaja en la Liga. El añadido, es el descanso de los que deben alimentar el sueño europeo y lo que viene. Los argumentos son de peso y los hechos los que son. Ayer, salió bien. H