La noche del jueves, el fútbol argentino mostró otra vez lo peor. El tercer Boca Juniors-River Plate en dos semanas terminó con la degradación al máximo nivel del derbi: suspendido después de que cuatro jugadores del River fueran atacados con gas pimienta como si fueran blancos de una guerra química cuando debía iniciarse el segundo tiempo.

Era el partido revancha por los octavos de la Libertadores. El árbitro se tomó más de una hora para decidir que no se podía continuar el partido. La justicia clausuró la Bombonera. Se espera que la Confederación Sudamericana de Fútbol elimine al Boca. Pero todo es posible: hasta reanudar el partido.

Las imágenes televisivas fueron elocuentes: en la pantalla se pudo ver a hinchas boquenses preparando la agresión. “Esto es una guerra”, dijo Leo Ponzio, con claros signos de irritación en los ojos. “Abrieron la manga y apuntaron directamente”, aseguró Matías Kranevitter, otro de los lesionados. Ramiro Funes Mori y Leonel Vangioni también padecieron los efectos de la sustancia. La mayoría de sus compañeros tenían la camiseta manchada con un líquido de color rojizo.

“Vamos camino de suspender el fútbol”, amenazó el ministro del Interior, Florencio Randazzo. “Los directivos no entienden que hay que erradicar a la violencia”, añadió. El gas pimienta es un compuesto químico que provoca dolor y hasta ceguera temporal.

La policía lo utiliza para dispersar disturbios. ¿Cómo llegó a la tribuna? “Hubo negligencia interna”, explicó el secretario de Seguridad del Gobierno argentino, Sergio Berni. Todas las miradas apuntaron contra el presidente de Boca, Daniel Angelicci, de conocida tolerancia con el grupo Barras Bravas. Angelicci no tuvo otra salida que reconocer que, ahora sí, quiere identificar “a esos 10 inadaptados”.

Herrera, el árbitro, se vio sobrepasado por las circunstancias, pero al final se vio obligado a suspender el clásico. H