Es fácil mirar atrás. No solo por lo escandaloso de las cifras (el Barcelona ha encajado cuatro goles en tres de los nueve partidos que ha jugado), sino porque Ter Stegen, en un inesperado viaje involucionista, ha dejado de ser Ter Stegen. Unido, además, a los graves errores de Piqué (involucrado en dos de los cuatro goles) y Alves (también en los otros dos tantos por sus despistes). Pero mirando solo atrás no se encontrará la respuesta al derrumbe colectivo que vivió en Balaídos, el segundo que tiene consecuencias serias en tan solo mes y medio de temporada.

En el primero, el 4-0 ante el Athletic, perdió un título (la Supercopa de España), frustrando el sextete. En el segundo, el 4-1 del Celta, perdió el liderato, dejando un inquietante rastro de dudas que van más allá de la portería.

Avisados estaban por Luis Enrique de lo que les esperaba en Vigo. Pero de nada sirvieron esas advertencias. Ni al equipo, ni al técnico. Superados ambos por un valiente y atrevido Celta que les dañó más de lo que puede indicar el doloroso marcador. Dañó al tricampeón porque le desnudó con sus armas. Como reconoció el capitán Andrés Iniesta, “duele” todavía más. Sin la pelota, y siendo tan vulnerable como es en las dos áreas, el equipo quedó desprotegido. A la intemperie.

Volviendo de Berlín, tras la quinta Copa de Europa, el Barça ha tenido más problemas que soluciones. Entre compromisos comerciales (las giras por EEUU son necesarias para pagar salarios), viejos problemas del club (ahora se ve la verdadera dimensión y dureza de la sanción de la FIFA, agravada por las lesiones) y víctima de su éxito (peleó por dos títulos en la primera quincena de agosto sin hacer pretemporada), el equipo no ha tenido sosiego.

El problema no está solo atrás: el Barcelona ha ganado cuatro de los cinco compromisos ligueros por la mínima, sin haber marcado en las primeras partes. H