Dicen los gallegos que las meigas haberlas haylas. Y parece que en La Cerámica pululan unas cuantas. No es normal lo que le está pasando al Villarreal en su estadio, donde tradicionalmente siempre había sido un equipo fuerte. No es normal que no se haya ganado ninguno de los cinco encuentros oficiales en Vila-real, con tres derrotas de cuatro en Liga, cuando, cuanto menos, no se mereció perder en los tres.

Las meigas quisieron que un jugador cedido por el Villarreal, a quien el club ha mimado y confiado en él siempre, se marchara al Valladolid y fuera el autor del tanto de la victoria de los pucelanos. También es cosa de meigas que una delantera como la del Villarreal no logre marcar ningún gol al Valladolid, con tiro al poste y penalti fallado incluido de Gerard Moreno. Como colofón, las meigas pusieron en tela de juicio la frescura del VAR en una jugada casi de chiste, en la que se tardó más de tres minutos en determinar si era o no penalti las manos en el área vallisoletana. Las meigas hicieron de las suyas y el Villarreal sigue sin ganar en su casa. No fue el suyo un partido para guardar en la videoteca, pero tampoco tan malo para marcharse, otra vez, a cero delante de su gente. El equipo de Calleja mantuvo esa solvencia defensiva sobre la que debe ir creciendo. Quizás le sobraron revoluciones y pausa en el centro del campo, pero su pecado más grave fue la falta de acierto en el remate y… las meigas. Una derrota que duele por muy injusta.

CONTINUIDAD EN EL ONCE / Lo aconsejable era tocar lo menos posible y así lo hizo Javi Calleja. Aun sabiendo que el entrenador del Villarreal es amigo de las rotaciones, optó por asentar la recuperación del equipo porque la primera victoria en La Cerámica no podía esperar más. Una pequeña modificación con matices más ofensivos, con la titularidad de Cazorla en lugar de Layún, con respecto al once que ofreció un recital de fútbol en San Mamés.

El Villarreal salió menos tensionado, porque los tres goles de Bilbao fueron como una tonelada de tila. Pero el Valladolid salió muy respondón. Su fortaleza residió en el orden, juntando bien las líneas y presionando con actitud a su rival en el parcela ancha. Los pucelanos, al margen de mantener a raya a los de Calleja, también mostraron las garras para intentar arañar al Villarreal. Redujo el campo a 20 metros por delante de su área, sellando espacios con la creación de constantes coberturas.

El dominio groguet se antojaba más ficticio que real, porque tener el balón no significaba crear más peligro o hacer más por llevarse el triunfo. Y el Valladolid dispuso de las dos más claras oportunidades para marcar en la primera media hora de juego, ambas del croata Duje Cop.

El Villarreal ni estaba bien, ni estaba mal. Ni todo lo contrario. Ritmo lento, aunque con buena circulación de balón, transmitiendo la impresión de que su creencia era que el partido se iba a ganar por real decreto.

LOS INTENTOS DE GERARD / Los minutos pasaban y el partido no tenía ni chicha ni limoná. Solo los diez minutos finales tuvieron una velocidad diferente y como cuando posees tanto talento es más fácil, Gerard Moreno pudo cambiar el rumbo en dos zapatazos con su su zurda: uno se estrelló en el poste y el otro en Masip. El Villarreal, por lo menos había sacado las garras antes de llegar al descanso del encuentro.

Se esperaba que el olfato de Bacca, Gerard o de cualquiera de los genios de talento que están en la nómina grogueta acabaría decantando el partido. No salió mal el Villarreal de la caseta, quizá un tanto precipitado y alocado pero con la vista puesta en la portería del Masip. Pero el destino en fútbol es caprichoso e impredecible. Los pucelanos tienen a dos jugadores cedidos por el Villarreal y por contrato el turco Ünal no pudo jugar en La Cerámica. Sí, Leo Suárez. Y tuvo que ser el pequeño mediapunta argentino quien conectara un tiro cruzado con su zurda que se colara entre un bosque de piernas y batiera a Asenjo. Amores que matan. Leo pidió perdón a la grada con un visible gesto, pero su gol alargaba la maldición de esta temporada en La Cerámica. Un 0-1 que dolía y de qué manera. Calleja buscó la reacción a la desesperada. Ekambi transformó el 4-4-2 de partida en un 4-3-3. A partir de ese momento el asedio fue tan constante como acelerada la manera de acometerlo. Las prisas nunca son buenas y el paso de los minutos favorecía a un Valladolid que habia renunciado totalmente a otra cosa que no fuera acumular hombres delante de su portería. Los amarillos lo intentaron desde todas las posiciones.

EL PENALTI / Una vez pegaba el tiro en una defensa, otra se marchaba fuera y, como en el penalti, Masip era protagonista en la jugada más clara para los de Calleja. El VAR se tomó unas cañas en el BAR para tomar la decisión más larga de este nuevo recurso tecnológico para asegurar la justicia en el fútbol. Más de tres minutos para señalar pena máxima por unas manos bastante claras. Y el portero del Valladolid, ayudado por las meigas, detuvo el lanzamiento de Gerard. Siete minutos de descuento. Pero hubiesen hecho falta cuatro días para que las meigas permitieran un gol del Villarreal. El Valladolid sí que marcó el 0-2, en una posición más que dudosa en la ilegalidad, pero el tanto de Nacho no subió. Calleja necesita goles y un hechicero. La maldición de La Cerámica continúa.

LUNES

1 DE OCTUBRE DEL 2018

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