España ha roto el techo en el Mundial femenino de fútbol. En su segundo Mundial, en unos octavos de final inéditos y ante la favorita y tres veces campeona, La Roja mostró la mejor versión de su historia en una primera parte para el recuerdo. Se adelantó el rival a los tres minutos, se marchó lesionada Vicky Losada y Vilda tuvo que cambiar el sistema que ya había reformado de inicio, pero ningún contratiempo parecía sacar de la hoja de ruta a una selección que ha logrado en Francia 2019 el salto definitivo a la élite.

Ganar a Estados Unidos era casi un imposible, una utopía en la que solo creían las jugadoras. El marcador final mostró lo que el mundo del fútbol preveía, pero las sensaciones sobre el terreno de juego no dijeron precisamente esto. La selección plantó cara y supo sufrir. Un penalti riguroso dio la victoria a Estados Unidos (1-2), pero España por fin supo competir.

Las norteamericanas tenían colgado el cartel de favoritas antes de iniciarse el torneo y España venía con dudas de cara a portería. Solo un gol de jugada en la primera fase generaba un clima de ansiedad en la concentración que crecía ante el enfrentamiento a un equipo que no había encajado un solo gol en tres partidos.

Adiós ansiedad

Nada más comenzar el partido, a los tres minutos, Megan Rapinoe materializaba con total tranquilidad un penalti cometido por Mapi León. El reto era aún mayor: remontar. Pero Lucía García no dio opciones a la duda, y en su primera demostración de superioridad en su banda derecha, la jugadora del Athletic robó el balón en el inicio de la jugada de la portera Naeher y puso en bandeja la ocasión a Jenni Hermoso. Se paró el tiempo, pareció dudar, pero ganó el tiempo suficiente para colocar el cuerpo y situar el balón en la escuadra de la portería rival. Adiós ansiedad. España no quería irse del partido.

A partir de ahí no solo compitió a la máxima potencia del fútbol, sino que fue creciendo en torno al balón y a los duelos ganados posición por posición. Las dudas y las pérdidas de los primeros instantes del encuentro pasaron a ser enfrentamientos directos que con el paso de los minutos situaron a la selección en posición de poner en aprietos al conjunto de Jill Ellis, que hasta entonces parecía no solo imbatible, sino una máquina apisonadora. Solo Lavelle rompía las filas para generar peligro en pases al espacio, a las bandas donde sufrían Corredera y Leila. Pero la respuesta de Paños, la rapidez de Paredes y el trabajo conjunto calmaron el ambiente hasta la igualdad en el balón.

Contratiempo y cambio de sistema

La lesión de Vicky Losada, quien recibió un golpe en la cara, supuso un nuevo contratiempo y un cambio de sistema. Si Vilda había apostado de inicio por un trivote para contener, a la media hora deshacía lo planteado en un cambio valiente, volviendo a apostar por una delantera más con Nahikari. El último tercio de la primera parte supuso un impulso anímico para España, que apenas recibió peligro y sí lo provocó con las internadas de Lucía García, quien hizo sufrir a Crystal Dunn.

En la segunda parte Estados Unidos salió con una marcha más, con intención de romper la velocidad de juego que se había impuesto en los primeros compases. Pero solo un disparo lejano de Lavelle supuso un acercamiento a Paños, que tenía que intervenir poco. Patri Guijarro respondía con una gran combinación por la banda con Lucía. Desde entonces, minutos de incertidumbre en los que las campeonas del Mundo veían peligrar su dominio pero no su trono.

En mitad de las dudas pero cuando comenzaba a fallar el físico, apareció el VAR. La colegiada veía un penalti de Torrecilla sobre Lavelle tan riguroso que tardó más de un minuto en decidir si lo concedía. Finalmente lo dio, y Rapinoe de nuevo ponía por delante en el marcador a las estadounidenses.

España no se achantó. Vilda dio entrada a Falcón y Mariona para buscar el empate. Incluso Paredes se descolgó de su tarea defensiva para buscar un remate que no llegó. Estados Unidos se llevó el partido y la clasificación para cuartos de final, pero la selección se marcha de Francia 2019 con la satisfacción de haber plantado cara al mejor rival y de haber dado el salto de calidad que exigía la máxima competición. Decía Jorge Vilda tras caer ante Alemania que España ya era élite. En octavos, al menos, lo fue.