No por jugar con más delanteros eres más ofensivo. El Villarreal fue un absoluto desastre tácticamente contra el Celta. Nunca controló el partido, siguió encajando demasiados goles y no supo generar el fútbol suficiente para imponer su juego. Una imagen pésima de equipo derrotado, sin alma y sin una idea definida de juego. Ahora mira hacia abajo y empieza a tener un problema. Calleja debe buscar la solución.

Tampoco en casa se revirtió la caída libre de los amarillos. El gafe del triunfo 300 en Primera sigue en el aire, pero el peor enemigo del Villarreal sigue siendo él mismo. Los amarillos viven inmersos en una grave crisis de personalidad e identidad. Demasiados vaivenes en los planteamientos, que ante el Celta desencadenaron en una dura derrota ante un rival que tampoco demostró nada del otro mundo.

El equipo de Calleja nunca pudo controlar el partido ni imponer su idea. Y el calendario no ayuda porque los próximos duelos son ante rivales del potencial del Valencia, Atlético y Sevilla.

El Villarreal se instala ahora en la parte baja de la tabla, a solo seis puntos del descenso. Una pesadilla que vuelve a despertarse ante un Celta que todavía no había logrado ganar fuera de casa. Malas sensaciones, ante un rival totalmente irreconocible.

La conclusión más clara es que jugando a la ruleta rusa, sin control y con tanta anarquía defensiva sobre el campo es muy difícil competir en Primera División. Los equipos se empiezan a construir con un armazón defensivo y a partir de ahí, se edifica el fútbol de ataque. Hoy, el Villarreal, es un bloque partido en dos que salta al ring buscando un intercambio de golpes sin control... y así puedes acabar en la lona.

plantamiento ofensivo / El Submarino lanzó una moneda al aire durante la primera parte y esperó a que cayera cara... pero también podía ser cruz. Calleja planteó un sistema muy ofensivo con Gerard, Chukwueze y Ekambi como 9, dentro de un 4-3-3 en el que el centro del campo tenía el músculo de Iborra y Anguissa y la magia de Cazorla. La teoría estaba clara, pero en la práctica se pudo ver un Villarreal partido en dos, que no sabía controlar el juego ni tampoco marcar los tempos del encuentro.

Por otra parte, la defensa amarilla contaba con la importante baja de Raúl Albiol, después de 13 jornadas formando un tándem rocoso con Pau. El relevo fue Funes Mori, un defensa experimentado y solvente, pero que solo había disputado dos minutos, en tiempo de descuento, en toda la temporada. Un hándicap.

Por ello, la zaga presentó algunos desajustes individuales y el Celta dispuso de dos llegadas con sello de gol, la más clara de Pione Sisto que se presentó solo en un uno contra uno contra Asenjo, quien tocó lo justo el balón para que no supusiera el primer contratiempo para los groguets.

El terreno de juego parecía inclinado hacia ambas porterías, como si fuera una pirámide con sus bases en las metas defendidas por Asenjo y Sergio. Y, sin embargo, las ocasiones de gol no eran muchas, producto de las imprecisiones varias de los dos equipos. Al Villarreal le urgía un hombre que diera velocidad al juego cuando lo necesitaba, pero que a la vez supiera darle pausa para que la locura sin control no se instalara en el partido.

LA AMENAZA / Gerard Moreno provocó las dos ocasiones más claras por el lado groguet. Las dos se le cayeron por centímetros pero de diferente forma, la primera porque su tiro potente y con intención maligna salió desviado y la segunda porque envió a la red un balón al que llegó en fuera de juego por muy poco.

El Villarreal no se encontraba a gusto con el balón, pero sufría más de lo habitual sin él. El Celta, igual o peor, reflejando su estado nervioso y sus necesidades. La primera parte fue mala, tanto para la grada, como para el análisis de los técnicos, puesto que sus respectivos equipos estuvieron lejos de las exigencias mínimas.

No cambió el guión en los inicios del segundo tiempo. Incluso el Villarreal fue a peor. Y se llevó un susto impresionante a los ocho minutos. La velocidad de Pione Sisto se llevó por delante, como un tornado, a la defensa amarilla. Primero le ganó la espalda a Rubén Peña y luego se deshizo con facilidad de Funes Mori, quien evidenció falta de ritmo en la acción, para acabar batiendo el danés a un indefenso Asenjo. El 0-1 despertó a Calleja y a sus jugadores. El técnico le dio un giro de tuerca más ofensivo al Villarreal al sustituir a Vicente Iborra por Moi Gómez.

Podía ser un suicidio, una huida hacia adelante, una solución a la desesperada o una genialidad. El Submarino tenía sobre el campo a cinco futbolistas de medio campo hacia arriba con clara mentalidad ofensiva: Moi, Cazorla, Gerard, Chukwueze y Ekambi. Solo Anguissa de termostato para transmitir algo de equilibrio.

LA CHISPA DE SAMU / El partido continuaba siendo una moneda al aire. Fútbol volcánico pero también con muchas imprecisiones. Los amarillos presionaron un poco mejor y con más intensidad. El empate llegó cinco minutos después en un desdoblamiento por la banda izquierda bien ejecutado por Quintillà, con pase de la muerte y un remate de delantero centro de muchos quilates de Chukwueze que establecía la igualada con más de media hora por delante.

El Villarreal intentó tomar el timón del partido cogiendo la pelota y teniéndola más tiempo en su poder, aunque no le llegaba lo suficiente para mandar y marcar los tiempos del partido. La moneda continuaba dando vueltas por el aire sin saber de que lado caer. Y en ese interín, el equipo de Calleja continuaba exhibiendo una falta de personalidad, identidad y de carácter. Todo quedaba a expensas de una genialidad individual, porque el equipo no funcionaba, víctima de una crisis absoluta de idea. Lo peor es que el Celta tampoco jugaba a nada.

Con ese panorama, en plena montaña rusa, Iago Aspas, escondido en el segundo palo y libre de marcaje o mejor dicho con el seguimiento con la mirada de Peña, remata a la red un saque de esquina sin aparente peligro. A 11 minutos del final, los gallegos se ponían por delante y metían una estocada mortal a un Villarreal inofensivo en ataque.

Solo Lobotka mostraba la inteligencia suficiente para interpretar, como se debe, un partido de fútbol. Tanto el Villarreal como el Celta mostraron grandes carencias futbolísticas. Ninguno contrajo méritos para sumar de tres, pero los futbolistas vigueses tuvieron más acierto en el remate que un Villarreal espeso y totalmente partido en dos.

CAMBIOS A LA DESESPERADA / Calleja, a la desesperada, quitó un lateral y metió otro misil más en el campo. Muchos pistoleros pero poca gente preparada para armar y diseñar una estrategia ordenada para atacar. No por acumular más gente en ataque, se llega con más peligro. Un axioma que volvió a quedar claro.

El Villarreal no sabía a qué jugaba. Partido en dos, sin una idea diáfana y dando tumbos. El recurso no fue otro que lanzar balones al área sin sentido totalmente volcado en el área del Celta buscando a la desesperada el empate. Ontiveros tuvo la suya en un tiro desde 20 metros que se estrelló en el larguero.

Y en la última jugada del partido, partiendo a la contra desde su propio campo, Iago Aspas se plantó solo en uno contra uno con Asenjo y le superó marcando el 1-3. La impotencia era absoluta en el Villarreal. Lo peor no fue la derrota, sino la pobrísima imagen de descomposición que ofrecieron los amarillos.

Ahora, la clasificación se vuelve a mirar por la parte baja, con una gran plantilla y un equipo diseñado para pelear, por lo menos, por regresar a la Europa League. El síndrome de la victoria 300 en Primera División continúa afectando a los amarillos. Cuatro partidos sin conocer la victoria... y en caída libre.