Muy a menudo se acercan estudiantes en su último curso en la universidad, a los que los profesores han hecho indagar y escribir, como un examen para nota, sobre algún personaje de las Villas de Benicàssim. Periodistas que escribían, escondidos, en el hotel Voramar o en El Palasiet, cantantes de ópera o cualquier faceta del bel canto, que actuaban bajo contrato en una villa de lujo, actores que interpretaban comedias en una terraza repleta de espectadores, especialmente en la villa Gens, políticos como Ramón Serrano Súñer y el mismo conde Bau o el legendario médico de niños doctor Comín, los Dávalos-Fletcher, Dicenta, Rafael Gil, Bardem, Mario Cortés o el mismo Ernest Hemingway.

Lorenzo y yo, si podemos, les ayudamos. Con gran placer, mientras estamos en busca del humo de los barcos. Estos últimos días del mes de agosto, por ejemplo, hay quien se ha interesado por Francisco García Pavón, que aquí vivió y se bañó durante algunos años y con el que tuve un contacto personal a través del ganador del premio Armengot de Novela Corta de 1971, Jesús Martínez-Mira, a quien el de Tomelloso escribió el prólogo de su novela El Cuadrilátero cuando la publicamos.

García Pavón fue desde 1965 y durante unos años el director de lo que se tituló Publicaciones Españolas, y allí ofreció reseñas muy documentadas sobre varias provincias, la de Castellón entre ellas. Bueno, pues, al hablar de Benicàssim, dijo lo siguiente:

--“El pueblo de Benicàssim está situado a unos 12 kilómetros de Castellón, a lomos de la carretera general de Valencia y Barcelona, y cuenta con unos dos mil habitantes --en 1965--. Pero las villas o zona veraniega propiamente dicha -la playa de Benicàssim, que todavía conserva un regusto de belle époque, es la solera del veraneo castellano- quedan un poco más al norte del pueblo.

Las playas, con sus villas señoriales de hechura decimonónica, posiblemente son el último lugar de veraneo cómodo, apacible y holgado que queda en España. Por su estructura -unas 300 villas de gran empaque construidas al hilo de la playa- resulta imposible la aglomeración. El talante y ritmo de vida de los habituales conforman unos veraneos reposados, sin esnobismos, ni atracciones de dolce vita. Veraneo burgués de gentes finas y pacíficas que desean descansar de verdad. Lugar residencial de la antigua burguesía valenciana y catalana, con muchos años de tradición veraniega. Ahora empiezan -repito, escrito en 1965- a construirse apartamentos modernos, pero quedan alejados de las villas propiamente dichas y buscan su desfogadero por las playas silenciosas y hasta ahora casi desiertas que van hacia Castellón o hacia Barcelona.

Las playas de Benicàssim quedarán siempre como un bello museo del verano de los felices años 20”.

Hay otra ventaja: como Benicàssim y sus villas están situadas entre la playa y la Sierra d’Engarcerán, con los montes del Desert de les Palmes, las agujas de Santa Águeda, etc, su clima es totalmente seco a la vez que regalado por la luz marina…”. Pobre de mí. Y yo buscando el humo de los barcos… H