La oposición boliviana velaba ayer sus armas en la díscola región de Santa Cruz con un solo propósito: ponerle límites a la hegemonía política de Evo Morales cuando la nacionalización de los hidrocarburos le comienza a dar algunos dolores de cabeza. Y mientras el país siente los efectos de la polarización, el presidente busca reforzar su alianza con los militares.

La Asamblea Constituyente, encargada de elaborar la nueva Carta Magna, es el centro de las disputas entre el Movimiento al Socialismo (MAS) y los partidos de centro derecha, a su vez aliados a los movimientos regionales de Santa Cruz, Beni, Tarija y Pando, que reclaman mayor autonomía política y financiera. El MAS aprobó el viernes el Reglamento de Debates de la asamblea por mayoría absoluta, y no con tres tercios. A su vez declaró a la Constituyente "fundacional". La sesión terminó en medio de golpes e insultos.

"HUELGAS CÍVICAS" Con ese precedente, los representantes en la asamblea de los partidos conservadores y los regionalistas analizaban ayer la posibilidad de convocar a "huelgas cívicas" y hasta boicotear la Constituyente. Morales, en tanto, llamó a sus seguidores a movilizarse, pero sin cometer agresiones. El MAS no cree en un acuerdo con la oposición. A su juicio, es "imposible" entenderse con "la oligarquía".

El senador de Podemos, Roger Pinto, cree que la Constituyente "cambió de rumbo con destino al abismo" y dijo temer que el Gobierno alentara un alzamiento armado en las cuatro regiones que controla la oposición.