Amenaza yihadista

¿Por qué Francia teme que la guerra de Gaza repercuta en su territorio?

Un ambiente angustiante se ha instalado en el país vecino ante la coincidencia de la guerra en Gaza con el tercer aniversario de la decapitación del profesor Samuel Paty

El ministro del Interior francés, Gerald Darmanin.

El ministro del Interior francés, Gerald Darmanin. / EFE

Enric Bonet

Los estudiantes y profesores del instituto Gambetta, en Arras (norte de Francia), fueron evacuados este lunes por la mañana durante varias horas tras un mensaje de alerta bomba, una advertencia finalmente falsa. El sábado, se produjeron situaciones parecidas en el museo del Louvre o el Palacio de Versalles. Después del asesinato el viernes del profesor Dominique Bernard por un joven yihadista en ese mismo centro de Arras, el Gobierno francés elevó al máximo el nivel de alerta antiterrorista. Un ambiente angustiante se ha instalado en el país vecino —y no solo por estas falsas amenazas, todo un clásico desde 2015— ante la coincidencia de la guerra en Gaza con el tercer aniversario de la decapitación del profesor Samuel Paty, el 16 de octubre de 2020. 

El Ejecutivo de Emmanuel Macron teme especialmente la coyuntura actual. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, —más bien amigo de las fórmulas maximalistas — la ha bautizado como una “atmósfera yihadista”. Ha aumentado en más del doble el número de soldados que patrullan las calles francesas, pasando de 3.000 a 7.000. También ha desplegado unos 10.000 agentes para vigilar lugares frecuentados por la comunidad judía. Y tras el ataque mortal contra el instituto público en Arras, aumentó en un millar los agentes suplementarios encargados de vigilar los centros educativos (unos 60.000).

Este otoño tiene reminiscencias evidentes con el de 2020. Entonces, la decisión de la revista satírica Charlie Hebdo de publicar de nuevo las caricaturas de Mahoma desembocó en una oleada de críticas contra Francia en numerosos países musulmanes, también canalizadas por dirigentes de primer nivel como el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Ese ambiente hostil coincidió, y probablemente propició, una serie de atentados yihadistas —de mucha menor escala que los sufridos en 2015 y 2016—, como el mismo asesinato de Paty, un ataque con dos muertos en una iglesia en Niza y otra tentativa sin ninguna víctima moral cerca de la antigua sede de Charlie Hebdo.

El precedente de la Segunda Intifada

Tres años después, las autoridades francesas temen que las tensiones internacionales por la intensa escalada en la guerra entre israelís y palestinos representen un contexto propicio para “pasar a la acción”. Cuando mencionan el riesgo de “importación del conflicto”, no se refieren al peligro de que grupos afines a Hamás cometan atentados en territorio galo —la milicia palestina no dispone de una estrategia internacional y apocalíptica comparable a la del Estado Islámico o Al Qaeda—. Los tiempos en que las organizaciones palestinas y el Mosad se mataban entre ellos en Europa parecen cosa del pasado, si bien no se puede descartar nada. 

El gran temor ahora es la repetición de un escenario como el de la Segunda Intifada (en el 2000), que desembocó en una multiplicación de las tensiones entre franceses musulmanes y judíos. Desde el atentado en la calle Copernic en París en 1980 hasta la toma de rehenes en un supermercado judío en enero de 2015, pasando por el ataque de Mohamed Merah contra una escuela judía en 2012, el conflicto en Oriente Medio se vio reflejado —o más bien dicho, sirvió como pretexto— en ataques yihadistas contra franceses judíos.

A pesar de representar solo el 1% de su población, Francia cuenta con la comunidad judía más numerosa en Europa (unos 600.000 integrantes). Desde los brutales atentados de Hamás del 7 de octubre, las autoridades detectaron cerca de 200 actos antisemitas, es decir, casi la mitad de los contabilizados a lo largo del año pasado (unos 436). La mayoría de ellos consistieron en insultos y pintadas, aunque también hubo un dron que sobrevoló una escuela de judía o un intento frustrado de incursión de un hombre sospechoso en una sinagoga. 

Una crispación que también han padecido las personas musulmanas. Un hombre, de unos 60 años y con raíces magrebís, recibió una paliza el sábado con puñetazos y golpes con un martillo cerca de Cannes (en el sudeste del territorio galo) por parte de dos hombres, uno de los cuales llevaba una kipá. Según la denuncia, uno de ellos le dijo “Árabe de mierda, te voy a cortar en trocitos y mandarte a Jerusalén”.

5.300 fichados por radicalismo islamista

Hasta 102 detenciones tuvieron lugar a lo largo de la última semana, según datos del ministerio del Interior. Sin duda, el acto más grave fue el ataque con dos cuchillos contra el instituto de Arras, en que resultó asesinado el profesor Bernard y heridos otros tres profesionales del centro. “Hay, por desgracia, un vínculo”, dijo el viernes Darmanin, aunque no aportó ninguna prueba de ello, más allá del contexto y la dimensión islamista. Cuando le volvieron a preguntar por ello este lunes, el ministro del Interior dio una respuesta escueta: “No soy yo el que debe comentar una investigación judicial”. 

Después de que la policía lograra neutralizarlo el viernes con un Taser, Mohammed M, de 20 años, responsable del asesinato del profesor Bernard, se ha mantenido mudo respecto a sus motivaciones. Las inspecciones que se hicieron en el domicilio de su familia, conocida por sus afinidades salafistas, tampoco aportaron pruebas relevantes. Los principales elementos del móvil de su ataque son sus gritos de “Dios es el más grande” en árabe y su fijación para acuchillar a un profesor de Historia, la misma especialidad que Samuel Paty, según varios testigos.

Este joven ruso, que vivía en Francia desde los 6 años, estaba fichado desde hacía semanas por sus simpatías con el fundamentalismo islámico. De hecho, formaba parte de un fichero de 5.300 personas sin formación militar ni vínculos tangibles con células terroristas, pero vigilados por sus afinidades yihadistas. El Gobierno adoptó este lunes una circular para que los prefectos (delegados del Gobierno) aceleren las expulsiones de aquellos extranjeros vigilados por radicalismo islámico. Ha pedido una atención particular para aquellos jóvenes oriundos del Cáucaso, unas raíces compartidas tanto por el autor del asesinato de Bernard como el de Paty en 2020. 

No obstante, la mayoría de los fichados por fundamentalismo islámico, y que encarnan esta amenaza endógena, tienen la nacionalidad francesa. Por lo tanto, no pueden ser expulsados, salvo que cometan delitos muy graves. En Francia, así como en muchos otros países europeos, “el riesgo cero no existe”. Y aún menos en un contexto de tensiones geopolíticas y religiosas como el actual.