Empleos masculinizados

La Magdalena desde dentro: Estela Medina, conductora de bus, cuenta su experiencia tras las fiestas

Estela Medina, conductora de autobús, reconoce la importancia de que las mujeres puedan elegir su parada fuera de la ruta habitual para su seguridad, pero reivindica que también puedan hacerlo los hombres

Estela Medina, sentada en el asiento de conductora de su autobús.

Estela Medina, sentada en el asiento de conductora de su autobús. / Mediterráneo

Laura Colmenero

«A mí siempre me ha gustado conducir». Son las palabras de Estela Medina, una mujer que encontró su pasión y su vocación en el mundo del motor. Es conductora de autobús en Castelló, una profesión en la que ha encontrado su lugar, aunque en un futuro no descarta ser camionera. Su gusto por el volante se remonta a cuando era niña. «Me subía al camión de mis tíos y me encantaba ponerme frente al volante», confiesa. Aunque durante años renegó del trabajo que más tarde se convertiría en su pasión. Y ahora se siente orgullosa. 

Su trayectoria laboral no siempre estuvo enfocada en la conducción. Afirma que ha tenido diversos empleos, que estuvo en las fábricas cuando tuvo a sus hijos. No acababa de atreverse a lanzarse a la conducción. «Sí, me arrepiento de no haberme sacado el carnet antes. Cuidé de mis hijos, era imposible enfrentarme a la vida laboral», afirma. Reconoce que parte de su inseguridad para dar ese paso venía de algunos de esos comentarios externos, cuando le cuestionaban que ella pudiera dedicarse a «una profesión de hombres».

Aun así, el número de mujeres al volante ha aumentado durante los últimos años. Medina afirma que cuando ella empezó, hace ocho años, había muchas menos mujeres que ahora. Siente que algo sí ha cambiado cuando, en tan poco tiempo, ha aumentado tanto el número de féminas que trabajan en este «mundo de hombres». Cuenta que hace algunos años, las mujeres mayores aún se sorprendían cuando, al subir al bus, veían a una mujer conducir.

«Cuando dices que conduces un autobús parece que la gente te vea y piense, ‘qué machorra’», reconoce. Pero ella exalta lo «femenina» que se siente en el vehículo. Afirma que, como en otras profesiones mayoritariamente masculinas, las mujeres se someten a prejuicios y estereotipos que no tienen por qué cumplirse.

Las situaciones a las que se enfrentan quienes se dedican a conducir autobuses pueden ser agresivas en ocasiones. Medina resalta las faltas de respeto que reciben a menudo tanto ella como sus compañeros. «Yo tengo mucho carácter, si te ven blandita se te suben encima», admite. Es un problema que, además, considera que se extiende más allá de su profesión. En cualquier puesto cara al público, hay que «crear una coraza». «Te amenazan con todo, te dicen de todo», afirma. Comenta que es una trabajo que «compensa si te gusta». Quien lo haga solo por el sueldo, difícilmente conseguirá aguantar las situaciones que se viven dentro de un autocar en ocasiones. A ella personalmente le gusta hablar con la gente y va a trabajar con ganas, aunque llega un momento que no puede «más», señala.

Al final, lo importante es «velar por la seguridad de la gente», destaca, y a todo el mundo no siempre «le va a gustar» lo que hace. Querría que la gente reconociera su trabajo, y que entiendan que son personas, más allá de conductores. «Hay mayores que pueden hacer la compra gracias a nosotros», recalca, y también las hay que «están todo el día solas», y solo hablan en el bus. Por ello, piensa que los pasajeros deberían respetar más a los que llevan el volante en el transporte público.

Reglamento

Existe un reglamento que los conductores tienen que seguir para asegurar que todos están a salvo en el vehículo, aunque también exige cierta responsabilidad de quien sube en él. «Hay veces que tengo que pedir a la gente que se levante para que se sienten las personas mayores», afirma. «Al final, si tuviera que pelear con toda la gente que no cumple las normas, no podríamos llegar a hacer un viaje», explica. Ante situaciones de injusticias, dice que saca «el corazón». Es consciente de que «lleva personas», y una de sus prioridades es que todas estén a gusto y seguras.

Con todo esto, los turnos nocturnos son los más tranquilos, detalla. Es por la mañana cuando más problemas tiene. En estos turnos, suele subir gente joven que va hacia el centro, aunque según dice, es cierto que en Magdalena, está más concurrido y «sube gente que ha bebido». Reconoce que le parece una buena medida para la seguridad que las mujeres puedan pedir al conductor que pare cuando les venga mejor, siempre y cuando «se siga una ruta». Pero para ella, habría que llevarlo un paso más. Estela cree que «lo justo sería que fuera para todo el mundo igual. «Los hombres también deberían tener ese derecho», defiende.