Más finas, más gruesas, pero siempre consistentes, para ser el cayado de los castellonenses en el peregrinar a la Magdalena el tercer domingo de Cuaresma. José Fernando Renau, el canyer major, y su equipo empezaron ayer a colocar ceremonialmente las cintas a las 25.000 canyes que vestirán el camino a la blanca ermita en apenas tres semanas para rememorar la fundación de la ciudad. “Este año vamos con más prisas, pro el proceso es tan artesanal como siempre. Las fiestas caen muy pronto, y hemos tenido que afanarnos para tener las cañas recogidas, peladas y serradas con tiempo -explica--. Son el símbolo de la Magdalena, y como tales las cuidamos y mimamos desde su cultivo hasta la recogida, sobre todo con las más finas, que no han engordado lo suficiente a causa de la sequía y el calor que ha hecho este invierno”.

Son ni una más ni una menos que el año pasado, y el anterior. “Llevamos desde 2008 con esta cantidad, pero este año, con la particularidad de que este año las 3.000 más oficiales, para las reinas, Carolina Tárrega y Lola Marco, sus damas y la corte de madrinas y presidentes de gaiata, además del Ayuntamiento y la Junta, incluyen de nuevo a la Federació de Colles”, avanza Renau. Eso sí, 21.000 serán para el público, a repartir en la plaza Mayor, antes de la salida del seguici hasta la Magdalena, y otras 1.000, con la cinta azul marinera, se llevarán a la tenencia de alcaldía del Grao para la Romeria que arranca en el distrito marítimo por camí de la Pedrera de les Serretes hasta la ermita de Sant Roc.

CASI DOS METROS DE ALTA // Este año, a los báculos recogidos en la finca del camí Vell de la Mar, en la partida Borrassa, se suman las de la Mota, “para poder cuajar la producción en años venideros, porque este buen tiempo merma algunas; eso sí, la altura es la estándar, con 1,96 centímetros”.

“Tenemos que buscar nuevos cañares, porque creemos firmemente que esta tradición perdurará por los siglos de los siglos, ya que es uno de los grandes símbolos de las fiestas de Castellón”, dice el canyer, que recogió el testigo de su padre, quien comenzó esta labor a principios de los años 60 del pasado siglo. “Empezamos a recogerlas ya hace un mes, y ya están listas; hemos empezado ya a decorarlas con las cintas, a mano, una a una, como se ha hecho siempre y como espero que se siga haciendo”. H