Más de 350 persianas son muchas persianas, aunque el estruendo social que supone bajarlas en las puertas de las tiendas apenas se oiga. Porque casi todas las que han cerrado en el último año en Castellón lo han hecho en silencio, de manera casi invisible. El pequeño comercio, el de barrio, el de pueblo, el de toda la vida, se extingue poco a poco sin que nadie le ponga remedio. Ocurre en ciudades como Castellón, Vila-real, Burriana o La Vall d’Uixó y también en la mayoría de los pueblos del interior, donde para comprar algo de fruta o pescado ya no queda más remedio que coger el coche y recorrer unos cuantos kilómetros.

El Ministerio de Empleo pone cifras a un apagón comercial que deja un panorama de calles salpicadas de lo que antes fueron mercerías, pescaderías o pequeñas tiendas de alimentación y hoy son locales cerrados que amontonan correspondencia tras unas verjas permanentemente echadas. Solo en el último año (de abril del 2017 a abril del 2018) han desaparecido en la provincia 355 autónomos del sector del pequeño comercio. Si se comparan las cifras de ahora con las de hace diez años, el resultado todavía es más evidente. En 2008 trabajaban en la provincia 13.057 autónomos del comercio. Hoy son 10.771. O dicho de una manera mucho más clara: 2.286 menos. ¿Las causas? Las rebajas sin control, la presión de las grandes superficies y un feroz y pujante mercado por Internet.

Los datos son incontestables y un paseo por cualquier barrio de las localidades con más habitantes de la provincia basta para comprobarlo. Donde hasta hace poco había una pastelería de toda la vida ahora hay una inmobiliaria; donde cada mañana levantaba la persiana una mercería ahora venden cafés y bollos low cost. Solo las llamadas calles franquicia, las que concentran el mayor número de enseñas comerciales y que irremediablemente están vinculadas a la presencia de grandes grupos (Inditex, Mango, Cortefiel... ) se salvan de la decadencia de un sector del que viven en Castellón uno de cada cuatro profesionales por cuenta propia. Los demás, los que están fuera de las marcas bandera, aguantan hasta que la situación se hace insostenible. Y como muestra un par de datos: en lo que va de año, y según las cifras del instituto Nacional de Estadística (INE), el consumo nacional en el pequeño comercio ha caído un 0,3%. Por el contrario, el gasto en las grandes cadenas ha aumentado un 4%.

Cipriano Cortes, presidente de la Confederación de Comerciantes y Autónomos de la Comunidad Valenciana (Covaco) y presidente Confecomerç, la gran patronal del sector, surgida hace apenas tres meses, alerta de las consecuencias que supone la lenta desaparición de los comercios de toda la vida. «Este tipo de tiendas representan la seña de identidad de una ciudad, lo que distingue a una localidad de otra. Al final encontraremos los mismos comercios en Castellón que en Zamora. Todas las ciudades serán clones», argumenta.

SIN RELEVO GENERACIONAL

El goteo de cierres parece imparable y la mayoría lo hace por falta del relevo generacional. «Muchas cierran cuando se jubilan sus dueños. Todos deseamos para nuestros hijos un futuro mejor y este sector es muy duro, con unas jornadas laborales muy largas y trabajo durante todos los días de la semana», describe Cortés.

Quien también alerta de la «muerte silenciosa» del comercio tradicional es Eduardo Abad, presidente de la Unión de a Profesionales y Trabajadores Autónomos (UPTA). «Los grandes beneficiados de las políticas desarrolladas en los últimos años por las administraciones con competencia en comercio interior están poniendo en peligro la estructura comercial tradicional", denuncia.

Si en las localidades más pobladas el goteo de cierres es imparable, en los municipios más pequeños ocurre algo muy similar. En Vistabella, por ejemplo, apenas quedan dos establecimientos. «Y aún sobra uno», cuenta la responsable de una de las tiendas. Si sus vecinos quieren comprar pescado no tienen más remedio que desplazarse hasta Azteneta, donde el grupo Consum tiene un supermercado Charter. «Tenemos clientes de Vistabella, pero también de Useres o Xodos», explica Mari Carmen Gil, una de las dependientas. Y en Sant Jordi, Cálig, La Jana o Traiguera ocurre algo similar. Cada vez hay menos tiendas. Los supers de Vinaròs o Benicarló han ganado la batalla.