Rafael Ballester, decano de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universitat Jaume I, hace balance del Programa de Apoyo Psicológico que ha desarrollado la UJI ante el COVID-19

--¿Cuántas asistencias habéis prestado y qué perfil presentan los solicitantes?

Hasta la fecha hemos atendido a 40 personas, aunque ha habido algunas solicitudes más de personas a las que hemos derivado a otros servicios por no estar entre los colectivos a los que habíamos decidido atender: profesionales sanitarios de la provincia de Castellón y miembros de la comunidad universitaria de la UJI. Respecto al perfil de las personas atendidas, en su mayoría son mujeres, estudiantes universitarias que presentaban sintomatología ansiosa y/o depresiva. En algunos casos presentaban algún diagnóstico previo que se ha visto agravado por la situación sanitaria, mientras que en otros los síntomas han aparecido por primera vez como consecuencia de la epidemia.

--¿En qué ha consistido la asistencia?

En general las asistencias han sido de varias sesiones, atendiendo a las características de cada caso, aunque el medio por el que han sido atendidas ha sido diferente. Algunas personas han preferido recibir atención mediante contacto telefónico, otras a través de videollamada y, en algún caso, prefirieron ser atendidos a través del correo electrónico.

--¿Qué tipo de malestar o problemática referían?

La mayoría de personas presentaba problemas de ansiedad/depresión derivados de la situación de confinamiento. En algunos casos se observaban problemas económicos, incertidumbre con los estudios, problemas en la relación con sus familiares, e incluso el contagio o fallecimiento de algún familiar a causa de la COVID-19 que han precipitado la aparición de estos síntomas o han agravado algún problema previo.

--¿Cómo habéis procedido, qué consejos les habéis dado?

Se han realizado intervenciones muy distintas atendiendo siempre a las características y necesidades de cada caso. En algunos casos, con unas sesiones de psicoeducación y trabajo del autocuidado y las rutinas ha sido suficiente, mientras que otros casos más complejos han requerido la aplicación de otro tipo de técnicas como entrenamiento en técnicas de relajación, reestructuración cognitiva, regulación emocional, etc.

--¿Qué personas componéis el equipo?

El equipo está formado por un total de 33 profesores de psicología de la Universitat Jaume I que participan voluntariamente y que en el momento en que se lanzó la propuesta, acudieron inmediatamente a la petición de ayuda. En un primer momento cada uno indicó cuál era su especialidad, para realizar la derivación de los pacientes en función de la formación y experiencia de los terapeutas.

--¿Piensas que pueden surgir secuelas psicológicas de la pandemia y de qué tipo?

En general existe la posibilidad de que las personas desarrollen problemas de ansiedad y depresión. Algunos trastornos que probablemente pueden surgir como secuelas psicológicas tras la pandemia son el desarrollo o empeoramiento del Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), agorafobia, duelo patológico, claustrofobia e incluso Trastorno por estrés postraumático ( TEPT), entre otros.

No obstante, cabe destacar que la aparición de estas secuelas psicológicas dependerá de muchos factores como las habilidades de afrontamiento, la presencia de problemas previos, las circunstancias derivadas de la situación sanitaria (ej.: pérdida de algún familiar, del trabajo, etc), presencia de apoyos, etc.

Uno de los problemas que más nos preocupa es que algunas personas que han perdido a seres queridos y no han podido despedirse de ellos, sufran lo que nosotros denominamos un “duelo complicado”, es decir, una patología que desemboque en una depresión con el tiempo, en lugar de un proceso de duelo natural y adaptativo.

--¿Este servicio va a continuar? ¿hasta cuándo?

--De momento nuestra idea es continuar un poco más, durante el tiempo que haga falta. La situación sanitaria ha mejorado, pero en absoluto se ha resuelto. El impacto del COVID-19 en los sanitarios, las familias y los miembros de la comunidad universitaria sigue siendo muy alto. Hay síntomas e indicios muy claros de agotamiento psicológico. Nuestros compañeros sanitarios se han dejado literalmente la piel en este proceso. Han pasado miedo, ansiedad, han vivido situaciones muy duras.

La comunidad universitaria ha pasado todo tipo de problemas, algunos de salud en ellos mismos o en seres queridos, pero también la incertidumbre en la que hemos navegado este final de curso ha dejado huella y ha generado más ansiedad. Los estudiantes no han podido ver un fin de curso normal, han visto alteradas sus vidas y se han tenido que ajustar a la nueva forma de impartir la docencia y de hacer la evaluación. Los profesores también, y además han tenido un enorme trabajo de adaptación de su tarea docente e investigadora a la vida académica no presencial. No han tenido Magdalena, Semana Santa, Pascuas, sábados ni domingos y están exhaustos. Las personas que tienen cualquier responsabilidad añadida de gestión académica han visto multiplicado su trabajo y además han tenido que aportar seguridad donde no la había. La UJI ha demostrado ser una universidad fuerte, ágil, unida y bien liderada. Todos los colectivos (estudiantes, PAS y PDI) han respondido de manera ejemplar y nos han hecho sentirnos más orgullosos si cabe, de esta Universidad. Si la comunidad universitaria lo está pasando mal, tenemos la obligación de apoyarla y cuidarla.

Pero esto no ha acabado. Creo que los colectivos que atendemos siguen teniendo necesidad de apoyo. Y además esperamos que los sanitarios que han pedido poca ayuda porque estaban en plena guerra haciendo lo más urgente que era atender a los demás, en el momento se relaje un poco la situación, empezarán a darse cuenta de la factura que les toca pagar a nivel de salud mental y pedirán ayuda. Afortunadamente la mayoría de personas tienen suficientes recursos psicológicos para afrontar esta situación y sacar lo mejor de ella. Pero muchos también necesitarán apoyo de un profesional.

Ahora bien, también es cierto que, pasado el momento de emergencia absoluta, tendremos que dejar paso a los recursos psicológicos de que ya dispone la sociedad, tanto los excelentes profesionales que trabajan desde la sanidad pública, como los que necesitan seguir ganándose la vida en sus consultas privadas. Este programa nació ante una situación de desbordamiento y emergencia total y emprenderlo fue un gesto de solidaridad por parte de la UJI y más concretamente de los profesores que decidieron colaborar desinteresadamente, pero desde mi punto de vista no debería mantenerse más allá de lo estrictamente necesario.

¿Hasta cuánto tiempo pueden proseguir dichas secuelas?

Dependerá del caso. Los problemas psicológicos pueden gestarse y manifestarse enseguida o quedarse larvados y aparecer meses después.

Ahora en este nuevo paso en la desescalada ¿qué problemas psicológicos puede tener la gente? ¿qué consejos les darías?

Como decía, la situación no ha pasado. Vamos cambiando de fase, pero aún estamos casi empezando todo esto, así que hay que tomárselo con paciencia. Tardaremos mucho en volver a la normalidad tal como la entendemos. Entretanto, será bueno mantener un “miedo saludable” y adaptativo. El suficiente como para no bajar la guardia y seguir cuidándonos. Pero no tanto como para que nos impida vivir. Lo que peor lleva el ser humano es la incertidumbre. Y es justo lo que tenemos. El confinamiento ha sido duro, nos ha alejado de seres queridos, de actividades que nos hacen sentirnos bien, pero nos ha hecho sentirnos seguros. Ahora toca volver a incorporarnos al riesgo que supone vivir. Realmente vivir siempre lleva implícito un grado de riesgo. Cada vez que cogemos el coche, asumimos y aceptamos un riesgo. Ahora se trata de aprender a convivir y saber manejar un riesgo más, el del COVID-19.

Pero es muy importante darnos cuenta que cualquier situación y especialmente las complicadas, nos da una oportunidad para mejorar como personas. Si nos hemos parado a pensar, la actual crisis nos ha debido enseñar muchas cosas. Y también hemos de pensar que todo esto pasará y lo contaremos a nuestros hijos y nietos. Es una lección para la humanidad, que no habríamos querido aprender, pero que nos hará más sabios. Heráclito decía que el agua que pasa por el río nunca es la misma. Nosotros volveremos a hacer las mismas cosas que hacíamos pero ya no seremos los mismos. Lo que está en nuestras manos es que esta situación nos haya hecho mejores.

--Se está hablando acerca de si tras la desescalada pueden aumentar los divorcios, ¿es posible esto? ¿qué consejos darías?

--Claro que puede suceder. Siempre que las personas pasan más tiempo juntas, se conocen mejor. Y además no hay mejor modo de conocer de verdad a alguien que compartiendo una situación difícil. Así que es posible que algunas personas se den cuenta de que realmente no aguantan a sus parejas. Esto en realidad ha sido una buena prueba de fuego. Una buena pregunta a la hora de elegir pareja podría ser: ¿con quién te gustaría quedarte encerrado durante dos meses sin poder salir a la calle? También puede ocurrir lo contrario y que esta situación le haga ver a alguien que puede estar mucho tiempo feliz encerrado con otra persona. El consejo sería no precipitarse. Estamos viviendo una situación anormal. Las personas están más irritables, más ansiosas, duermen peor y todo eso hace que podamos estar un poco más insociables y saturarnos más con los demás. Siempre es malo tomar decisiones en caliente. Yo dejaría pasar un poco de tiempo y evidentemente si el malestar con la pareja continúa, se toma la decisión que haya que tomar. Al fin y al cabo, debemos vivir solo con quien nos haga la vida más fácil y agradable. En esto no debería haber masoquismos innecesarios.