Victoria Lagarda, de 22 años, comenzará en esta atípica vuelta a las clases su tercer curso de Enfermería en la UJI. Durante los dos primeros años en la ciudad, Victoria arrendaba un piso a una inmobiliaria, por lo que «todavía es más complicado añadir este tipo de cláusulas», declara, tras preguntar a la compañía si le suavizaban los gastos al decretarse de manera extraordinaria esa reclusión absoluta el pasado 14 de marzo. La joven continuó pagando a la firma los dos meses que habían estipulado y terminó saliendo del piso.

E ste año, Victoria, cuyo domicilio habitual se encuentra en València, se decidió a alquilar una vivienda compartida con otros estudiantes, también en la zona de la universidad, pero con mucha inquietud al no saber a ciencia cierta cómo se iba a desarrollar el nuevo formato del curso.

Como el resto de estudiantes entrevistados, pidieron al propietario incluir en el papel la cláusula covid, sobre todo cara a un futuro confinamiento. «Me preocupa que nos vuelvan a confinar, el piso se paga en cualquier caso; no hay nada escrito. Es de sentido común pactar condiciones en caso de no hacer uso del piso o acordar un stand by si se paraliza la normalidad , pero no llegó a nada», declara.